El Hayedo de la Pedrosa en otoño
Este año estoy valorando más aún
el tiempo libre y las ocasiones de disfrutarlo en la naturaleza. Quizás por la
sensación de no saber cuándo podrá ser la próxima vez que podré hacerlo… Cuando
comenzó el otoño, tenía claro que intentaría pasar todo el tiempo que
pudiera caminando por los bosques y disfrutando de sus intensos colores. ¿Y qué
mejor destino que un hayedo?
Nuestra excursión la hicimos a
mediados de octubre, por lo que aún no era el momento en el que se puede
disfrutar del máximo colorido de los árboles (quizás un par de semanas o tres
más tarde hubieran sido suficientes), pero sin duda el otoño ya había hecho su
aparición y nos permitió disfrutar de la experiencia.
Visitar hayedos desde Madrid
En los alrededores de Madrid
tenemos tres hayedos que se pueden visitar fácilmente en una excursión de un
día. Son los llamados hayedos relictos, testigos de una época en la que
inmensos bosques de hayas cubrían las montañas centrales de la península,
actualmente desterrados hacia el norte por las condiciones climatológicas.
En primer lugar, en la propia Comunidad
de Madrid, el Hayedo de Montejo. Las visitas están reguladas y son
siempre guiadas, existiendo tres rutas distintas, y conseguir plaza es bastante
complicado. Se reservan online con un mes de antelación, y apenas duran unas
horas en la red. Además, la web se satura bastante, por lo que, a pesar de
estar en el momento adecuado, es fácil perder la oportunidad (como me ocurrió a
mí).
Otra opción (y que tengo muchas
ganas de conocer) es el Hayedo de la Tejera Negra, en Guadalajara. Se
pueden realizar dos rutas diferentes por libre, aunque también hay que reservar
plaza, en esta ocasión para poder aparcar en la entrada. El coste es de 4€. Barajé
esta opción y había bastante disponibilidad, aunque no sé si sería por el COVID
o es que realmente está menos solicitado que el de Montejo.
Por último, el Hayedo de la
Pedrosa, en la provincia de Segovia, es el más pequeño, con sus 87 hectáreas, aunque no por ello merece menos la
pena su visita. Se encuentra en la Sierra de Ayllón, cerca del pueblo de Riaza
(que tengo pendiente conocer en otra ocasión). Su visita es libre, ya que no es
necesario controlar el aforo al estar menos masificado que sus compañeros.
Cómo llegar al Hayedo de la Pedrosa
El hayedo se encuentra junto al minúsculo
pueblo de Riofrío de Riaza. Una vez que se está en la carretera que
conduce a esta población, hay que seguir las indicaciones hacia el Puerto de
la Quesera por la SG-112.
Para aparcar, hay tres opciones, según la ruta que se quiera hacer:
- Junto al Embalse de Riofrío. Queda a la derecha de la carretera y hay espacio para varios coches, aunque no es muy espacioso.
- Indicación al Hayedo. En la SG-112, camino al puerto, justo en una curva hay un cartel que indica la dirección al Hayedo. Junto a este cartel hay sitio para unos pocos coches, aunque si no se va temprano es fácil que no quede hueco disponible.
- Puerto de la Quesera. Es la opción con aparcamiento más amplio de las tres, sin ser tampoco muy espaciosa. De aquí parten varias rutas, como la subida al Pico del Lobo.
Nosotros llegamos sobre las
10:45h y había disponibilidad en las tres opciones, aunque es muy probable que
esto se debiera a la situación sanitaria actual. Probablemente en otras
condiciones habría sido necesario madrugar más.
Nuestra ruta por el Hayedo de la Pedrosa
Conseguí embaucar a mi padre y
una de mis hermanas, y nos dirigimos hacia el hayedo. Decidimos tomar el
sendero del Camino Viejo de Peñalba, marcado en el folleto oficial de
rutas de Riaza con el código 10.1, que lleva desde el Puerto de la Quesera hasta
la Presa.
Es un camino de ida y vuelta
de unos 4 Km (8Km en total), por lo que se puede comenzar en realidad
desde ambos extremos. En nuestro caso, lo hicimos en el sentido indicado, por
lo que inicialmente descendimos hacia el embalse y nos quedó toda la subida (unos
385 metros) para el final. Quizás sea más conveniente hacerla al revés,
empezando desde la presa.
Otra opción para hacer la
ruta más corta, en función de los gustos de cada uno, es dar la vuelta al llegar
al puente que cruza sobre el río Riaza, ya que el tramo desde allí hasta el
embalse es menos interesante.
¡Comenzamos!
Aparcamos, como he indicado
anteriormente, en el Puerto de la Quesera. A nuestra llegada, una
intensa niebla nos impedía disfrutar de las vistas y el frío era bastante
intenso. Confiábamos en que el día fuera aclarando.
Desde allí, a la derecha, hay un
quitamiedos que se introduce en la ladera, frente al Camino del Pico del Lobo.
Justo donde acaba el quitamiedos, a su derecha, queda un estrecho sendero, pero
bien visible, que desciende hacia el valle.
Apenas vemos unos metros por la
niebla, pero pronto vimos un cartel de madera que indica que nos encontrábamos
en el Camino Viejo de Peñalba, lo que confirma que hemos tomado la dirección
adecuada. A partir de ahí, con frecuencia encontramos marcas blancas y
azules para señalizar el sendero.
El paisaje envuelto entre nubes
tiene su encanto, algún árbol ocasionalmente asoma entre ellas, desafiante.
Comenzamos a bajar, alcanzando
una valla metálica con una puerta giratoria que hay que atravesar. Llegamos a
unas rocas de lo más fotogénicas, desde las que ya comenzamos a vislumbrar
el paisaje que teníamos ante nosotros, espectacular, con el embalse en el fondo
del valle. Una de esas rocas
tiene un hueco que es parada obligatoria, la foto que todo el mundo que llega
hasta aquí hace sí o sí (aunque tengo que decir que no es mi favorita).
Aquí encontramos un grupo numeroso
de senderistas que dejamos pasar para poder disfrutar de la tranquilidad que
veníamos buscando.
Continuamos el descenso, y comenzamos a ver las manchas rojizas que dibujan en el monte las agrupaciones de hayas. Menudo espectáculo.
Vistas al hayedo durante el camino
Pronto, el sendero nos lleva hasta el interior de un robledal cubierto de hojas de distintos tonos de
amarillo. ¡Aún no hemos llegado a la parte del hayedo y ya estamos disfrutando
de los colores otoñales!
El camino sigue hacia abajo,
mientras notamos cómo la alfombra de hojarasca se va haciendo cada vez más espesa
y, finalmente, una imponente haya emerge en el centro de nuestro
sendero. Es inevitable pararse a admirarla y hacerle fotos. Es sólo la primera,
y ya nos encanta.
Desde aquí comienzan a aparecer
más, primero salpicadas, y más tarde son la mayor parte de los árboles que nos
rodean. Lo único que interrumpe el silencio que nos rodea es el murmullo de un
arroyo, el canto de los pájaros, y el click de nuestras cámaras.
El paisaje es bellísimo. Y eso
que aún no estamos en el momento más álgido del otoño. ¿Cómo será este lugar a
principios de noviembre? Nos prometemos que volveremos a comprobarlo otro año.
Hay un pequeño puente que cruza
el Arroyo del Avellano, desde el que se puede disfrutar de una de las
vistas más bonitas del paseo.
Arroyo del Avellano
Seguimos paseando entre hayas,
con el arroyo a nuestra derecha, hasta que llegamos al río Riaza, cruzado
por un puente de madera. El camino continúa por la margen derecha del río hacia
la izquierda hasta llegar al embalse, por un tramo de bosque, menos impactante
que por el que hemos llegado. Si en vez de a la izquierda hubiéramos girado a
la derecha, podría hacerse la ruta circular, pero he leído que es fácil perder
el sendero ya que no está bien marcado, y nosotros decidimos no arriesgarnos y
hacer la ruta completa por el mismo camino.
Puente sobre el río Riaza
Finalmente, llegamos hasta la
carretera, donde disfrutamos de las vistas al embalse (únicamente desde
un punto, y no es posible acercarse al mismo). Desde aquí, si no se desea volver por el sendero, puede llegarse al puerto de la Quesera caminando junto al arcén.
Vistas al embalse del final del camino
El camino de vuelta, como he
comentado, es el mismo. Hicimos una breve parada para tomar algo, y comenzamos
la subida. Si bien no es un desnivel excesivo, está concentrado en los
últimos 2 Km, por lo que de vez en cuando se agradece una pausa para disfrutar
del paisaje.
Finalizamos nuestra ruta de nuevo
en el Puerto de la Quesera, ahora sí, contemplando las espléndidas vistas que
nos ofrece.
Vistas al valle
El premio
Desde allí decidimos terminar
nuestra pequeña aventura con una buena comilona en el pueblo de Riofrío de
Riaza. Comimos en la terraza del único restaurante que encontramos, el Mirador
del Hayedo, y que nos gustó muchísimo. Tomamos unas patatas revolconas con
torreznos, setas al pilpil, croquetas de varios tipos (mención especial a las
de morcilla y manzana, aunque también me encantaron las de calabaza), y unas albóndigas
de lechal. De postre, compartimos ponche segoviano y una crema de queso con mermelada
de frutos rojos que estaba para chuparse los dedos.
Y, ya sí, dimos por finalizado
nuestro día. Espero que hayáis podido disfrutarlo con nosotros.
Si tienes alguna duda o quieres sugerirme otras excursiones otoñales, ¡no dudes en dejarme tu comentario!
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