Día 5. Por la Ruta 66 rumbo al Gran Cañón
Amaneció en Kingman el que sabíamos sería un gran día.
Dedicaríamos la mañana a recorrer algunos kilómetros de la Ruta 66, desde
Kingman hasta llegar a Williams, y desde allí nos dirigiríamos a descubrir una
de las que para nosotros es una maravilla del mundo, el Gran Cañón del
Colorado. Tras ver el atardecer, emprenderíamos nuestro camino hasta Page, el
pueblo en el que dormiríamos.
Viviendo la mítica Ruta 66
El Trovatore Motel
La Ruta 66 es la
mítica carretera que une ambas costas de Estados Unidos, de Chicago a Los
Ángeles, inspiración de múltiples películas y libros y sueño de viajeros por
todo el mundo. En 1985 fue oficialmente sustituida por la red de autopistas,
siendo posteriormente cuando comenzó a recuperarse y recobró ese misticisimo
que gira a su arededor.
A lo largo de sus kilómetros se puede descubrir el alma de
la América más profunda. Nos dejaremos sorprender por las Harleys y las
chaquetas de cuero, así como por un constante recuerdo de Elvis y de Marilyn en
cada esquina.
Teníamos claro que queríamos aprovechar nuestro roadtrip
para hacer uno de los tramos más conocidos, el que se extiende desde Kingman hasta Williams, que sería
nuestra puerta hacia el Gran Cañón.
Kingman es un
pueblo en el que su esencia gira en torno a esta famosa ruta. Símbolos de la
carretera, mapas, dinners… Todo nos recuerda que estamos en el corazón de la
Ruta 66. Algunos de los puntos más conocidos son la antigua locomotora de vapor
Santa Fe, que unía Los Ángeles y Kansas City, o el Mr D’z dinner, en el que
cenamos la noche anterior. Nuestro motel merece también una visita aunque no te
alojes ahí, ya que es verdaderamente auténtico, y a las fotos me remito.
Tras visitar estos lugares a plena luz del día, siguiendo
las señales que nos guiaban hacia la “Historic Route 66”, por fin nos
adentramos en ella. La primera visita programada era la Hackberry General Store. Se trata de una antigua gasolinera que ha
sido reinventada como tienda de souvenirs. Merece la pena la parada, ya que
creo que es el lugar que uno imagina cuando piensa en la Ruta 66. Cada cosa
sorprende más que la anterior. En su interior hay un mapa rodeado de billetes
de todo el mundo que han ido dejando los visitantes, con alfileres en los
países de procedencia. Una pasada. En esta tienda además encontramos los
precios más baratos, por lo que si se quiere un recuerdo es muy recomendable.
A continuación, pasamos por Seligman. Para mí, de los tres pueblos que visitamos, es el que más
merece la pena como parada (alojarnos en Kingman lo considero un acierto). Su
esencia también se respira por los cuatro costados, siendo incluso inspiración
de la película “Cars”. Algunos de los lugares más destacados son Historic
Seligman Sundries, una antigua lavandería con un coche de policía en la puerta
de lo más fotogénica, o la Barbería de Ángel Delgadillo, actualmente tienda de
souvenirs creada por uno de los “culpables” de que la Ruta 66 recobrara su
fama. Otra de las imágenes más curiosas es The Rusty Bolt, un edificio con
tiendas en su planta baja con una estructura bastante llamativa, que además han
decorado con maniquíes en sus tejados y terrazas. Realmente la Ruta 66
sorprende a cada paso.
Por último, visitamos Williams.
La verdad es que no me pareció tan llamativo. Estaba todo decorado de
Navidad, pero era bastante menos ochentero que el resto de pueblos que habíamos
visto. Además, intentamos comer en un famoso dinner, el Twisters, y estaba
cerrado. Finalmente tomamos unos sándwiches que no estaban mal en otro local justo al lado. La verdad es que estábamos algo nerviosos. Estábamos a punto
de cumplir el primero de los muchos sueños viajeros de este viaje…
Mi sensación
sobre este tramo de la Ruta 66 es que merece la pena incluso de forma aislada,
ya que es fácil hacerse a la idea de cómo era esta carretera en su época de
moteros. Sin embargo, considero que para mí al menos es suficiente y, aunque
hacerla entera probablemente sea una experiencia muy diferente, no es algo que
priorice ahora mismo. Realmente me atraen más otros tipos de viaje, como por
ejemplo nuestro roadtrip por la Costa Oeste, en el que nos estábamos centrando en paisajes y naturaleza.
Descubriendo una de las maravillas del mundo: el Gran Cañón del Colorado
Recorriendo el Rim Trail
Nos empezaron a entrar las prisas por salir de Williams y
dirigirnos de nuevo a la carretera. Estábamos a 1 hora de coche de la entrada
sur del Parque Nacional del Gran Cañón.
El Gran Cañón es
un espectáculo de la naturaleza de unos 446 km de extensión, 29 km de ancho y hasta
1,6 km de profundidad (ahí se dice pronto) que nos ha regalado el río Colorado
tras irlo excavando a lo largo de millones de años.
Existen varias zonas que se pueden visitar, siendo las más
importantes la ribera Norte (North Rim) y la Sur (South Rim). Esta última es la más accesible, la más amplia y la más
conocida, así que fue a la que nos dirigimos. Tiene dos entradas, la Sur y la
Este. Nosotros entramos por la Sur, desde Williams, y salimos por la Este rumbo
a Page.
Para acceder al Parque Nacional hay que pagar una entrada o,
como en nuestro caso, enseñar el pase
anual que nos permitió entrar en todos los Parques Nacionales durante el
viaje (he dado algunos detalles más sobre esta opción aquí).
Plano oficial del Parque
Lo primero que se ve es el Grand Canyon Village, donde se puede aparcar en el Centro de
Visitantes. Desde allí salen los autobuses
gratuitos que llevan por tres rutas distintas:
- Hermist Rest (roja). Hacia el oeste. En invierno se puede acceder en coche y no circula el autobús. A diferencia del resto, su función no es ir parando en los miradores.
- Village (verde). Permite trasladarse por los distintos edificios del Village: Centro de Visitantes, restaurantes, algunos alojamientos…
- Kaibab/Rim (naranja). Recorre los miradores que están alrededor del Centro de Visitantes principal.
En nuestro caso teníamos aproximadamente 3-4 horas para la
visita. Aparcamos en el Centro de Visitantes, y decidimos recorrer un tramo del
Rim Trail, que discurre junto al
borde del cañón, desde el Mother Point al Yavapai Point. Este recorrido es
completamente llano, de 1 km, aunque invertimos en torno a 1 hora ya que nos
íbamos parando constantemente a contemplar la maravilla que teníamos ante
nuestros ojos.
El Gran Cañón te deja sin
palabras. Por muchas fotos que se hayan visto, creo que es imposible
imaginar lo inmenso que es, atisbándose a duras penas el otro extremo. Las
vetas de colores de las rocas no hacen sino aumentar su indescriptible belleza.
Estamos ante un verdadero libro de historia de la tierra en que vivimos, ya que
las rocas más antiguas datan de hace más de 2000 millones de años.
Hacía un vendaval,
por lo que caminar junto al borde era algo peligroso. Me llamaba mucho la
atención cómo la gente se aproximaba e incluso trepaba algunas rocas de manera
bastante arriesgada sólo para hacerse algunas fotos. Yo todo el rato tenía miedo
de que una ráfaga de aire me tirara al suelo (a punto estuvo en alguna
ocasión), por lo que no hacía más que apartarme. Aun así, el cielo gris
amenazador y el aullido del viento no hacían más que aumentar la grandeza del
lugar. Finalmente alcanzamos Yavapai Point, desde donde regresamos
a nuestro coche en uno de los autobuses gratuitos de la línea naranja. Nos
hubiera gustado volver andando, pero queríamos llegar a uno de los últimos
miradores al atardecer e íbamos algo justos de tiempo.
Cogimos de nuevo el coche y fuimos recorriendo la Desert View Drive parando en todos los
miradores. Cada vez ascendíamos más y el viento aullaba más fuerte. Pero las
imágenes eran aún más increíbles, dejándonos ver en algunos momentos pequeños
fragmentos del río, que destacaba azul entre las rocas. Los miradores que
visitamos fueron Grandview Point, Moran Point, Lipan Point, Navajo Point (el
punto más alto en el que estuvimos) y Desert View Point. Este último me
encantó, ya que en él se encuentra una torre construida por los indios navajos
junto a la cual contemplamos el atardecer, realmente espectacular. Las sombras
se iban alargando entre las paredes del cañón, coloreándose el resto en tonos
anaranjados. Y nosotros allí, ajenos al resto del mundo. Dejándonos envolver
por la atmósfera que nos rodeaba. No nos hubiéramos ido de allí nunca, pero
tocó el momento de despedirse.
Atardecer en el Gran Cañón
Llegada nocturna a Page
Apenas quedaba algo de luz cuando volvimos al coche y
emprendimos de nuevo nuestro camino rumbo a Page. Conducir de noche fue
verdaderamente de lo peor del viaje, y todos los días tuvimos 1-2 horas, pero
mereció mucho la pena por permitirnos llegar a tantos sitios increíbles. Cuando
llegamos a Page eran en torno a las 7:00-8:00 y estábamos agotados, por lo que
ese día decidimos no salir a cenar fuera y pedimos unas pizzas a nuestro motel.
En Page nos alojamos en el Rodeway Inn por 38€ la habitación con dos camas Queen size. Las
habitaciones dobles en EEUU suelen tener o dos camas Queen size, de 1,10-1,35 m
de ancho, o una cama King size de 1,5-1,8 m. Era básico pero cómodo, bastante
amplio. Teníamos hueco para aparcar el coche en la puerta y wifi. Además, por
la mañana en la recepción habilitaban una zona para desayuno autoservicio,
incluso con una máquina de hacer gofres. Y estaba en la calle principal (aunque
Page no es un pueblo muy grande y no importa demasiado la ubicación). Fue el
alojamiento más económico en el que estuvimos y para nada el peor. Todo lo que
necesitábamos.
Con las emociones de todo lo que habíamos vivido ese día, y
la ilusión por todos los lugares que nos quedaban por conocer (al día siguiente
iríamos al que me hacía más ilusión de todo el viaje) nos fuimos a dormir,
cayendo rápidamente rendidos.
Vistas desde el Desert View Point
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