Día 6. Cumpliendo sueños en Page: visitamos el Antelope Canyon
Descubriendo paisajes increíbles en Page
La ubicación de Page es bastante estratégica en muchos
roadtrips por la Costa Oeste. Se trata de un pequeño pueblo de Arizona a
orillas del lago Powell, que es la base para visitar el Antelope Canyon y
Horseshoe Bend, además de estar relativamente cerca del Gran Cañón, Monument
Valley o Bryce Canyon. Por tanto, sabíamos que sería una parada obligatoria en nuestro
viaje.
La mañana amaneció bastante fría,
pero eso no conseguiría disminuir nuestra ilusión por uno de los días que más
estábamos esperando de nuestro viaje. Hoy conoceríamos el Antelope Canyon, algo
con lo que he estado soñando desde que fui consciente de su existencia.
Ese día no remoloneé. Cuando sonó
el despertador nos levantamos de un salto, nos abrigamos bien y bajamos a la
recepción de nuestro motel, el Rodeway
Inn, donde habían habilitado una zona para desayunar tipo autoservicio, que
incluso tenía una máquina para hacernos gofres. Nosotros por supuesto quisimos
probarla (para recargar bien fuerzas, no porque seamos unos golosos…).
Teníamos la excursión del Antelope Canyon reservada a las 11:30 h (hora de
Arizona, que al ser invierno coincidía con la del Antelope Canyon, en verano
hay que estar al loro porque al estar este último en territorio navajo el
horario varía en una hora). Esto hacía que nos quedara aún un rato que
podríamos aprovechar en visitar otro de los puntos más impresionantes de la
Costa Oeste de Estados Unidos: Horseshoe Bend, también llamado la Curva de la
Herradura.
Horseshoe Bend está a apenas 10 minutos de coche de Page, y es un
meandro del río Colorado rodeado de paredes verticales, dibujando un paisaje
que parece irreal por su belleza. Es tan fotogénico que incluso protagoniza uno
de los famosos fondos de pantalla de Windows (no sería el único que veríamos
ese día).
Para llegar hasta él hay que
dejar el coche en un parking que está perfectamente señalizado, y caminar por
un sendero hasta llegar al borde del
precipicio. Ya había bastantes vehículos cuando llegamos, aunque tampoco tantos
como para que fuera agobiante. Se notaba que era diciembre. El camino era
bastante sencillo y no demasiado largo. Hay un punto algo más elevado desde el
que, si se mira hacia atrás, se tienen unas vistas preciosas de Page y de las
formaciones rocosas de las que está rodeada, que son totalmente de película.
Creo que esta zona en los alrededores de Page es justo el tipo de paisaje que
uno imagina cuando piensa en el Lejano Oeste. Yo no sabía a dónde mirar.
Finalmente llegamos al mirador, y
nos quedamos sin palabras. No hay fotos que hagan justicia a esta maravilla de
la naturaleza. Es inmenso, y la ausencia de vallas en el borde hace que se sea
aún más consciente de la altura y de la grandiosidad de Horseshoe Bend.
Caminamos por el borde, rodeándolo hacia la derecha, disfrutando de las
increíbles vistas que teníamos ante nosotros. Nos parecía mentira que esto no
fuera el plato fuerte del día, que fuera algo que habíamos visitado por “hacer
tiempo”. ¿Podría haber algo aún mejor? No nos quedaba mucho para averiguarlo.
Cuando decidimos que habíamos
visto el meandro desde todos los ángulos posibles y nos habíamos hecho
aproximadamente un millón de fotos, decidimos que era el momento de ir hacia
nuestro siguiente destino. Como curiosidad, comencé a utilizar el modo manual
de la réflex completamente en el Gran Cañón y estuve experimentando un poco
aquí… Previamente utilizaba el modo de prioridad de apertura, un semimanual,
aunque desde que comencé a ver las ventajas del manual no he vuelto a tocarlo. Hay
que decir que me compré la cámara una semana antes de ir a Japón, por lo que en
el momento de este viaje tenía apenas seis meses, y desde el primer momento en
que la tuve me negué a utilizar el modo automático para forzarme a aprender a
utilizarla. Y me alegro mucho de haber tomado esa decisión.
La siguiente visita previa a
nuestra excursión era un mirador del
Lago Powell que había descubierto gracias a la guía de viajes de los
Parques Nacionales de EEUU que había comprado. El Lago Powell es un inmenso
lago artificial que fue creado no sin polémica, situado justo al lado del
pueblo de Page. En él se pueden realizar muchas actividades acuáticas (si vas
en una época diferente a la que fuimos nosotros), dar paseos en barco, y
visitar sus preciosos miradores.
La verdad es que es un lugar del
que no había leído nada en los blogs de viajes que utilicé para preparar
nuestro roadtrip, pero cuando descubrí que existía y que estaba bastante cerca,
pensé que podría ser interesante como complemento a nuestra mañana en Page. Así
que nos dirigimos hacia allí y descubrimos que merecía y mucho la pena. El
color azul del agua reflejando el cielo, rodeado de la tierra rojiza y sus
impresionantes formaciones, y el puerto con los barquitos conformaban una
imagen muy diferente que no esperábamos para nada. Y lo mejor es que no había
nadie más allí. Estábamos completamente solos. Me sentía totalmente libre,
disfrutando de la inmensidad del paisaje que me rodeaba sin nada que pudiera
estropear ese momento. No es tan bonito como Horseshoe Bend, pero a mí me
sorprendió mucho y creo que es fácil de combinar con el resto de visitas.
Viviendo un sueño en Antelope Canyon
El Antelope Canyon es un desfiladero creado entre paredes de arenisca
cuya singularidad radica en los preciosos colores que dibuja la luz al colarse
entre las grietas, de manera que parece absolutamente irreal. Se trata desde mi
punto de vista en una de las creaciones de la naturaleza más bonitas que
existen, y no podía contener la emoción al estar a punto de visitarlo.
Se encuentra en territorio
navajo, muy cerca de Page, y sólo se puede visitar en excursiones organizadas por los propios indios. Existen muchas
empresas que ofertan esta actividad, siendo los precios bastante similares. En
nuestro caso escogimos Antelope Canyon
Tours, debido a que era la que ofrecía la visita a las 11:30h, que
consideramos la mejor hora. Esto no es
algo banal, ya que en torno a las 12:00 h es cuando el sol se encuentra en su
cénit y más luz entra a través de las grietas. En verano incluso se dibujan
rayos de luz, haciéndolo aún más increíble (ésta es la razón por la que tendré
que volver en algún momento de mi vida).
Si buscas la excursión, verás que hay dos áreas abiertas al público: el Upper Antelope Canyon y el Lower Antelope Canyon. El primero es el más conocido, y en el que se puede disfrutar de los famosos halos de luz, pero también el más visitado. En el segundo probablemente puedas disfrutar de más tranquilidad, aunque hay algo menos de luz. Dicen que también es precioso. En nuestro caso escogimos el Upper Antelope Canyon porque me parecía más espectacular y además esperaba que, siendo invierno, la afluencia de visitantes fuera algo menor. Además, esperaba ver los rayos de luz, aunque más tarde averigüé que sólo aparecen en verano, ya que el sol está más alto en el cielo.
La entrada nos costó 45$ a cada uno, incluyendo los 8$ que cuesta
entrar en territorio navajo (si luego se va a Monument Valley, esta parte no
habría que volverla a pagar). La visita dura en torno a una hora y media, a la que hay que restar
aproximadamente media hora de desplazamientos, ya que recogen a los turistas en
camionetas y los llevan hasta el propio cañón.
El conductor de la camioneta será
posteriormente el guía que te
acompañará en tu visita. En nuestro caso era un navajo de gran tamaño y muy
buen humor, que nos contó cosas muy interesantes, además de indicarnos los
mejores puntos para realizar fotografías e incluso darnos consejos para ello
que me resultaron muy útiles.
Hay que tener una cosa en cuenta.
Antelope Canyon es absolutamente espectacular. Y no es un secreto. Esto hace
que atraiga una cantidad impresionante de turistas,
por lo que no es un lugar que se pueda disfrutar en soledad precisamente. Es
donde más gente vimos de todo el viaje. A pesar de esto, a nosotros nos llamó
la atención que estaba bastante bien organizado, de manera que no se solaparan
los grupos, dándonos incluso tiempo para hacer fotos sin nadie en todos los
puntos que quisimos. Creo que es algo que hay que advertir e ir mentalizado, ya
que el que espere algo distinto puede llevarse un chasco. Y me parece una pena
desaprovechar una experiencia como ésta centrándose en lo negativo.
Dicho esto, os contaré nuestra
experiencia. Nada más llegar bajamos de la camioneta, y pudimos ver la entrada
al cañón, apenas una grieta entre las paredes de roca. Comenzaban a adivinarse
los tonos anaranjados del interior. Por fin, nuestro guía nos indicó que era el
turno de nuestro grupo, y entramos.
Al principio había un
ensanchamiento que formaba una especie de cueva, protagonista de la mayor parte
de imágenes que había visto del cañón. Esto es porque es la zona mejor
iluminada y la más fácil de fotografiar, además de ser realmente bonita. A
medida que avanzamos por el desfiladero, nos sorprendió la oscuridad que nos
rodeaba, a pesar de ser esta la mejor hora, con más luz. Poco a poco nos
acostumbramos y comenzamos a mirar hacia arriba. Y ahí estaban las ondas y los colores que andábamos buscando al visitar este lugar. Ahí estaba su
belleza, entre las curvas de las paredes. Yo no podía dejar de hacer fotos.
Experimentando y probando, fui ajustando la configuración de la cámara hasta
conseguir resultados que me parecieran aceptables. Aquello era el paraíso de la fotografía. No soy
ninguna experta, como he dicho anteriormente, pero es algo que me encanta y en
lo que estoy poniendo mucho interés en aprender. Y aquel era el mejor lugar
para practicar del mundo.
Y si no te gusta la fotografía,
tampoco es excusa para no visitar el Antelope Canyon. Edu se limitaba a
contemplar la maravilla en la que nos encontrábamos en silencio. Al fin y al cabo
yo lo que intentaba era plasmar en una imagen lo que estábamos viendo, pero lo
verdaderamente impresionante es estar allí…
Una vez se termina el recorrido
toca la vuelta, por lo que por segunda vez puedes dejarte impresionar por este
lugar, ahora con calma, con la cámara quieta y simplemente sintiéndolo.
Aunque reconozco que yo no pude contenerme y en alguna ocasión seguí
disparando...
Despedida de Page a ritmo de mariachis
Lamentablemente todo lo bueno se
acaba, y llegó el momento del regreso a Page. Apenas hablamos durante este
camino, simplemente intentábamos asimilar lo que acabábamos de vivir. De verdad
que no exagero cuando digo que acababa de cumplir un sueño. Estaba realmente
emocionada.
Nos dejaron de nuevo en la
oficina y, siendo las 13:00h más o menos y teniendo por delante varias horas de
coche antes de llegar a nuestro siguiente destino, decidimos que era el momento
de comer. Localizamos un restaurante
mexicano, El Tapatio, y pensamos que por un día estaba bien saltarse la
dieta de la hamburguesa. Al pedirse la bebida dejaban unos nachos como
aperitivo, y los burritos que pedimos estaban muy buenos. Los bancos y las
mesas estaban decorados con pinturas, y los camareros era muy amables. Además,
no nos pareció caro (no me acuerdo del precio exacto). Disfrutamos de la comida
sin prisas y, sintiéndolo realmente, dijimos adiós a Page, y emprendimos el
rumbo a… ¡Las Vegas!
Ya en carretera, paramos en otro mirador del Lago Powell llamado Lone Rock que encontramos señalizado en nuestro camino. ¡No nos lo podíamos perder! La vista era realmente bonita. Fue la última imagen que tuvimos de este pueblo al que estamos seguros que volveremos. Nos quedaron demasiadas cosas por hacer aquí... Os dejo dos panorámicas que hice en este lugar. ¡Nos vemos en Las Vegas en el siguiente post!
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