Escapada de ensueño a Cinque Terre y Milán en 4 días
Manarola
Yo tengo muchos sueños viajeros, seguro que tú también. Pero uno de los que encabezaba mi lista en la sección de “escapadas” era descubrir estos maravillosos pueblos italianos.
Cinque Terre es un Parque Natural en Liguria, una región al norte de Italia, conocida por sus paisajes costeros y, sobre todo, por los cinco pueblecitos que la decoran con sus casas de colores junto al mar: Monterosso, Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore.
Actualmente no es ningún secreto, y de hecho la invaden hordas de turistas todos los días, pero eso no le resta encanto. Sería imposible caminar por sus calles o disfrutar de las vistas de sus puertos o sus puestas de sol sin enamorarse.
En este post te voy a contar cómo organizar una escapada a Cinque Terre y cómo fue la nuestra (de mediados de septiembre de 2018) a grandes rasgos, ya que hay mucho que ver, comer y disfrutar por aquí.
Preparativos de escapada a Cinque Terre
Llegada a Cinque Terre
Lo más habitual es coger un vuelo a Pisa, y desde allí coger un tren a La Spetzia, puerta de entrada a estos pueblos. Es, de hecho, donde comienza la línea de tren que los recorre.
En nuestro caso, por llevar la contraria, volamos hasta Milán. Hicimos esto por dos razones: los billetes nos salían mucho más baratos (69€ por persona) y el horario nos resultaba más conveniente, ya que podíamos volver el lunes por la tarde, mientras que desde Pisa sólo había vuelos directos por la mañana a las 6:40 am.
Desde allí nos trasladamos a la estación central de Milán, donde cogimos un tren directo a Monterosso, el primero de los pueblos (hace parada allí y en La Spetzia). El billete nos costó algo menos de 22€ ida y vuelta por persona, y el viaje dura 3 horas. Los compramos por internet con antelación a través de la web de Trenitalia, la empresa equivalente a Renfe en España.
Alojamiento en Cinque Terre
Nosotros teníamos claro que queríamos alojarnos en uno de los pueblos, ya que así ahorraríamos tiempo en desplazamiento y podríamos disfrutar de su ambiente hasta más tarde. Nuestra elección fue Monterosso, por ser el lugar donde nos dejaba el tren y el que cuenta con más opciones. Sin embargo, es cierto que al reservar con poco tiempo fue complicado, y resultó bastante caro (y de no demasiada calidad). A pesar de esto, para nosotros fue todo un acierto quedarnos aquí, permitiéndonos, por ejemplo, improvisar ir a la playa al acabar una ruta, ducharnos y seguir con nuestro planning.
La opción low cost es alojarse en La Spetzia, que como comenté previamente se encuentra muy bien comunicada con los pueblos, y tiene una oferta hotelera amplia y algo más barata, además de tener encanto por sí misma (aunque esto último no lo hemos podido comprobar).
Desplazamientos por Cinque Terre
Una vez que estamos en Cinque Terre y tenemos nuestro alojamiento, el siguiente paso es saber cómo movernos de un pueblo al siguiente. Como todo lo anterior, se puede hacer de varias maneras (nosotros las probamos todas).
Recomendamos encarecidamente evitar el coche, dado que no existe un lugar donde aparcar en el interior de los pueblos. En Monterosso hay un parking de pago en el extremo de una de las playas, por lo que podría ser una opción si tu escapada a Cinque Terre forma parte de un roadtrip por Italia, aunque quizá sea más práctico dejar el coche en La Spetzia y coger el tren.
Existe una línea de tren con parada en todos los pueblecitos que va desde Levanto hasta La Spetzia. Es la forma más habitual de recorrerlos. El billete individual cuesta 4€, aunque existe una tarjeta, la Cinque Terre Card, que permite viajes ilimitados. En este caso hay que calcular bien si sale rentable o no. Incluye trenes, autobuses, acceso a los senderos y algunas ventajas como wifi en las estaciones o acceso a los baños de las mismas. Nosotros finalmente sólo la compramos un día. El precio es de 16€ un día y 29€ dos.
Sendero de Vernazza a Monterosso
Además, hay una amplia red de senderos que permiten desplazarse caminando de un pueblo a otro. El más famoso es la Via Del’Amore, que discurre de Riomaggiore a Manarola, pero que tras un desprendimiento se encuentra actualmente cerrado. Además de éste, el sendero Azzuro discurre de Corniglia a Vernazza y de Vernazza a Monterosso. Nosotros recorrimos este último. Es exigente, y más por el calor (importante llevar agua), pero regala unas vistas increíbles de la costa y del puerto de Vernazza. Para acceder hay que pagar, estando incluidos en la Cinque Terre Card. Existe una opción de tarjeta que incluye sólo los senderos, pero no trenes, más barata.
Por último, existe un barco que realiza paradas en todos los pueblos excepto en Corniglia, que no tiene puerto, además de en otro pueblo cercano, llamado Portovenere. Es la opción más cara, pero merece mucho la pena por las vistas de los pueblos desde el mar. Está disponible sólo en temporada de verano (hasta final de septiembre). Nosotros escogimos esta modalidad para ir hasta Portovenere y volver, para lo que tuvimos que adquirir un billete para todo el día (trayectos ilimitados) por 33€. Se puede hacer sólo ida, y también es más barato si no se sale de Cinque Terre. En el caso de que sólo vayas a realizar un viaje recomendamos la vuelta, ya que por la posición del sol se aprecian mejor los colores de los pueblos tras el mediodía.
Nuestra escapada a Cinque Terre día a día
- Viernes: Llegada a Monterosso. Atardecer en Manarola.
- Sábado: Vernazza y ruta de Vernazza a Monterosso. Playa en Monterosso. Corniglia. Atardecer en Riomaggiore.
- Domingo: barco a Portovenere. Tren a Milán. Aperitivi en Milán.
- Lunes: Milán (Duomo, Castello Sforzesco). Vuelo a Madrid.
Viernes: vuelo a Milán y llegada a Monterosso
Fue un día de desplazamientos, pero con un final mágico. Primero cogimos el vuelo de Madrid a Milán Malpensa. Desde allí a la estación central de Milán fuimos en autobús (hay muchas empresas, y se puede reservar por internet o allí mismo), y por fin cogimos el tren que nos llevaría hasta Monterosso.
Una vez en Monterosso, recogimos las llaves de nuestro apartamento, nos tomamos el primer helado (desde luego no sería el último) y, sin perder tiempo, cogimos el tren a Manarola. Callejeamos, y cuando estábamos en el mirador con el pueblo a nuestros pies, decidimos tomar algo en Nessun Dorma, el bar con mejores vistas de Cinque Terre, donde nos tomamos una bruschietta y unas cervezas mientras disfrutábamos de cómo iba cambiando el pueblo de colores con el atardecer.
Atardecer en Manarola
Sábado: recorriendo Cinque Terre
Nuestra primera visita fue el encantador pueblo de Vernazza, que tiene uno de los puertos más bonitos con una iglesia a la altura del mar. El plan era hacer el trekking a Corniglia y comer allí, pero cuando subimos al mirador del pueblo, en el comienzo del camino a Monterosso, decidimos realizar esa ruta.
El trekking merece mucho la pena por las vistas, tanto de Vernazza como de Monterosso, así como de la costa y los viñedos. Sin embargo, hay que decir que es exigente, y requiere de un calzado adecuado y abundante agua, ya que es un continuo desnivel. En caso de que seas tan desastre como nosotros, te reconfortará un anciano que está situado cuando comienza el descenso, con un puesto de zumo de naranja recién exprimido.
Vernazza
Cuando llegamos teníamos tanto calor que no dudamos en ir a la playa en Monterosso, tras disfrutar de unas fantásticas pizzas en Pizzeria La Smorfia, que encontramos de casualidad y recomendamos sin dudarlo. La mayor parte de las playas de Monterosso son privadas, pero existen algunos tramos abiertos al público, aunque bastante pedregosos.
Tras disfrutar de unas horas de relax, nos pusimos en marcha de nuevo hacia Corniglia, el único pueblo que no se encuentra a la altura del mar. Desde el tren al pueblo hay una escalera de más de 400 escalones, o bien un shuttle que te sube directamente a la plaza del pueblo. Nos pareció que era más tranquilo, quizá por ser más inaccesible. Callejeamos, visitamos un par de iglesias, disfrutamos de un helado (¡tampoco éste fue el último!) y de las vistas desde la antigua muralla antes de reanudar nuestro camino.
Callejeando por Corniglia
La última parada del día era Riomaggiore, donde pensábamos ver la puesta de sol. Es uno de los pueblos más grandes, y también más transitados, al ser el primero desde La Spetzia. Nos encantaron las vistas desde el puerto, donde nos sentamos a disfrutar del espectáculo. Decidimos cenar allí, en un restaurante llamado Il Grottino en el que tomamos unos raviolis y unos tagliollini que no olvidaremos nunca. Mención aparte a la cheesecake de pistacho.
Al volver a Monterosso, nos encontramos una procesión en la que estaban transportando una virgen (investigando después descubrimos que la llaman la “virgen fea”), seguida de lugareños con velitas. Mirando al mar descubrimos que había varias barcas rodeando montones de velas flotando, dejando una imagen única. Una pena que por la distancia no conseguí hacerles ninguna foto decente.
Domingo: excursión en barco a Portovenere
Aún quedaba nuestro último día en Cinque Terre, y lo habíamos reservado para hacer algo que me hacía mucha ilusión: recorreríamos la costa en barco hasta Portovenere, disfrutando de las vistas de los pueblos desde el mar. Desde que descubrí Cinque Terre era algo que deseaba hacer.
Decidimos coger el primer barco, que salía a las 9:45 h de Monterosso (otra de las ventajas que encontramos de haber dormido aquí es que era la primera parada y veíamos todos los pueblos), nos sentamos en el lado de la izquierda, que tiene las mejores vistas, y nos relajamos con la brisa del mar.
Sobre las 11:00 h llegamos a Portovenere, y ya la primera imagen nos dejó sin palabras. Parecía una postal, con su hilera de casas de colores y el puerto lleno de barcos. Es mucho mayor que los pueblecitos de Cinque Terre, y se encuentra coronado por un castillo.
Portovenere
Recorrimos el pueblo, callejeando, subimos al Castello Doria, al que accedimos para disfrutar de las vistas, y llegamos posteriormente hasta la impresionante Iglesia de San Pedro, que me recordó a San Juan de Gaztelugatxe, en lo alto de una roca. Nos tomamos un helado en el puerto, y cogimos el barco de las 13:50h de vuelta a Monterosso.
Hay que decir que las vistas a la vuelta fueron mucho más espectaculares que a la ida, ya que por la mañana el sol deslumbra y no se aprecian bien los colores de los pueblos, por lo que una buena opción es hacer sólo el camino de vuelta en barco. Otra opción más barata para llegar hasta Portovenere es ir en tren hasta La Spetzia y allí coger un autobús.
En este camino tardamos más en llegar a Monterosso, ya que el ser las horas centrales del día mucha gente subía y bajaba en cada puerto.
Riomaggiore desde el mar
Corniglia desde el mar
Una vez allí nos tomamos unas focaccias y nos dirigimos a la estación, ya que teníamos el tren de vuelta a Milán a las 16.55h. Tenemos que decir que fue un trayecto muy cómodo y puntual (nos habían advertido sobre los trenes italianos, pero nuestra experiencia fue buena).
Ya en Milán, hicimos el check in en el apartamento en el que pasaríamos la noche, y nos fuimos directos hacia el Naviglio, un barrio junto a canales donde encontramos un ambientazo, y donde típicamente se disfruta del aperitivi: por 11€ de una consumición se puede comer tanto como se quiera. Nos pareció una experiencia muy divertida.
Lunes: paseo por Milán y vuelta a casa
Teníamos sólo unas horas para descubrir Milán, que sabemos que no es suficiente para disfrutarla en profundidad, pero pensábamos aprovecharlas.
Duomo de Milán
Nuestra primera visita fue el Duomo, apenas a 5 minutos de nuestro apartamento. Nada más verlo me quedé impresionada. Es mucho más bonito que en las fotos. Habíamos comprado las entradas por internet, así que fuimos directos al interior de la catedral, que es inmensa. Posteriormente llegó el momento que más esperaba: la visita a las terrazas. Me parecieron maravillosas. Pasear entre los arcos y las estatuas disfrutando de las vistas de la ciudad de las alturas es algo imprescindible, a pesar de que en la zona central había obras.
Posteriormente nos dirigimos paseando por el centro hasta el Castello Sforzesco. Se trata de una fortaleza que alberga en su interior varios museos, con exposiciones tan interesantes como una de Miguel Ángel. Nosotros en esta ocasión no entramos, nos limitamos a recorrer el interior del castillo, de acceso gratuito. A través de él se llega hasta un enorme parque, muy agradable, en el que se encuentra el Arco della Pace.
Después de nuestro paseo, ya cansados, decidimos comer y descansar en el McDonald’s de la plaza del Duomo, donde tuvimos muchísima suerte y conseguimos una mesa junto al ventanal, disfrutando de la comida con vistas a la imponente catedral.
Ya sólo quedaba recoger nuestras maletas, tomar de nuevo el bus a Malpensa, y desde allí coger el vuelo de vuelta a casa… Pero volvíamos felices por todo lo que habíamos disfrutado y un poquito quemados por el sol (es lo que tiene que la previsión fuera de lluvia todo el fin de semana y encontrarnos solazo desde que llegamos… ¡Pero no vamos a quejarnos de eso!).
Tranvía en Milán
Reflexiones post-viaje
Si me preguntáis cuál fue mi pueblo favorito, no sabría qué contestaros. Posiblemente Manarola, por el fantástico atardecer con vistas al pueblo que disfrutamos, o Vernazza, por la imagen del puerto con la iglesia desde las alturas. Y, sin duda, os recomendaría que incluyerais Portovenere en vuestro viaje (fue la gran sorpresa, porque los otros ya esperaba que fueran espectaculares, pero de éste había oído hablar menos).
Antes de ir había oído que Monterosso merece menos la pena, pero nuestra opinión no es para nada esa. A nosotros nos ha encantado. El ambiente al callejear tiene el mismo encanto que el resto, y nos ha parecido una opción perfecta para alojarnos en él. De hecho, si volviera a Cinque Terre probablemente repetiría esta elección (aunque cambiaría de apartamento).
En cuanto a Milán, la verdad es que me ha gustado. Había oído que era una ciudad fea, sin mucho que ofrecer, y la verdad es que pienso que, aunque sólo fuera por el Duomo, merece la pena la visita. Pero, además, el paseo hasta el Castello Sforzesco o el ambiente nocturno del Naviglio me parece que le han aportado mucho a esta visita.
La verdad es que ahora, recién llegada, tengo la sensación de haber cumplido un sueño. Se trata de una zona de una belleza arrebatadora, nos ha hecho buen tiempo, hemos comido como en ningún otro viaje y hemos disfrutado de unos días de auténtico relax. Así que confirmo la sensación de cuando volví de Roma: Italia enamora, y mucho. Y volveré, ¡porque quiero recorrerla enterita!
Si tienes dudas o quieres aportar algo a los demás viajeros, ¡no dudes en dejar tu comentario!
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