Visita al Castillo de los Mendoza en Manzanares El Real
Hace algunos años, visité un
castillo situado en el norte de Madrid, que destaca por la belleza de su
construcción, su excelente estado de conservación, y la increíble ubicación,
entre el embalse de Manzanares El Real y las montañas graníticas de La Pedriza.
Ese castillo es el Castillo de
los Mendoza, situado en Manzanares El Real, y ha sido el primer lugar que he
visitado en esta “nueva normalidad”, acompañada en esta ocasión por mi familia.
Un poquito de historia
Fue construido en 1475 sobre los
restos de una ermita, inicialmente con intención defensiva, para posteriormente
convertirse en el palacio residencial de la familia de los Mendoza, una de las
más poderosas en el país en el siglo XV. Fue de hecho un Mendoza, Don Íñigo López
de Mendoza, el primer Marqués de Santillana, famoso poeta y militar de la Edad
Media, cuyas posesiones se distribuyen a lo largo de todo el territorio
español.
Este castillo también es importante
en la historia más reciente, ya que en él se firmó el primer Estatuto de
Autonomía de la Comunidad de Madrid.
Cómo organizar la visita
Vistas del castillo desde el jardín exterior
Para visitar el castillo hay que
dirigirse hacia Manzanares El Real, un pueblo situado a unos 40 Km de Madrid,
al que se puede acceder o bien en autobús desde Plaza de Castilla, o bien en coche.
Hay parking habilitado en el pueblo, aunque se suele llenar.
En cuanto a las entradas, se
pueden comprar directamente en la taquilla. El precio es de 5€, 2,5€ la
entrada reducida. Se puede reservar llamando por teléfono.
Hay que decir que la entrada
incluye la visita al interior del castillo, pero el acceso a los jardines desde
los que se ve el exterior es gratuito. El recorrido está perfectamente
señalizado, permitiéndose realizarlo en un único sentido.
Visitar el castillo en tiempos de coronavirus
Dado que está controlado el aforo,
nosotros reservamos las entradas con anterioridad, aunque una vez allí pudimos
entrar antes de nuestra hora porque no se había completado el aforo.
En todo momento en la visita se guarda
la distancia de seguridad y es obligatorio el uso de mascarillas. Además, hay
desinfectante en la entrada.
Nuestra experiencia en este
sentido fue muy positiva, ya que nos parece que se ha abierto el monumento de
nuevo con responsabilidad.
Nuestra experiencia
Vista frontal del castillo
Aparcamos el coche en el parking
más alejado del castillo (es lo que tiene no haber mirado previamente dónde había
que hacerlo y que sea domingo), y vamos paseando por las calles del pueblo, que
es bastante bonito (aunque no diría que espectacular). Hay bastante ambiente, con
terrazas y muchos puestecitos de productos artesanales. Yo no puedo resistirme
ante uno de quesos, y finalmente me llevé uno a casa que tengo que decir que
está buenísimo. Hay carteles en las paredes en las que informan de que es
obligatorio el uso de mascarillas, y vemos que, en general, se cumple esta
recomendación.
Alcanzamos la puerta exterior del
castillo. Aquí encontramos la taquilla. Nos recomiendan que tomemos el camino
de la izquierda, por una rampa, ya que nos conducirá rodeando el castillo
con vistas al embalse hasta llegar a la puerta principal, por lo que así lo
hacemos.
El calor es abrasador, pero las
vistas compensan. Y no me refiero sólo a las del embalse, ya que desde estos
jardines podemos disfrutar de la visión del castillo al completo, imponente.
Tras tomar muchísimas fotos, cruzamos el portón.
Tras una pequeña cola para
controlar el aforo en el interior, por fin entramos. La verdad es que se
agradece la sombra y el frescor que transmite la piedra.
Patio porticado
La primera parte de la visita
recorre unas galerías con paneles informativos sobre la historia del castillo y
la Edad Media. La verdad es que son bastante interesantes y no excesivos.
Enseguida llegamos a uno de los
principales atractivos del edificio: el patio gótico porticado. Es
absolutamente espectacular, rodeado por arcos y con una preciosa balaustrada en
el piso superior. A través de él se pueden vislumbrar también las torres.
Desde allí tenemos acceso a una
sala en la que observamos unos tapices de origen flamenco y por la que
subimos al primer piso, pudiendo contemplar ahora el patio desde arriba. Es en
este primer piso en el que se encuentra otro de los puntos más conocidos: la sala
Santillana.
Después se llega al estrado de
las damas, de estilo mudéjar, donde las mujeres pasaban el tiempo, sentadas
en el suelo, bordando o leyendo.
A continuación, se encuentra la alcoba.
Algunos de los muebles son originales, aunque en realidad han sido traídos de
otros edificios.
Galería de Juan Guas
Por último, salimos a mi lugar favorito
del castillo: la galería de Juan Guas, con un precioso balcón gótico con
vistas al embalse. Impresionante. Lo recorremos y llegamos hasta las murallas
del castillo, donde podemos visitar las torres y disfrutar de las vistas a La
Pedriza y el patio desde las alturas. También vemos, situadas al este, las
ruinas de la antigua ermita que se encontraba en este lugar. Visitamos el otro
extremo de las galerías, y finalizamos así la visita, que hemos disfrutado
muchísimo.
Vista del patio desde las almenas
Se trata, por tanto, de un lugar
muy recomendable tanto por su belleza como por la historia que han vivido sus
muros. Me ha encantado volver a este castillo y mostrárselo a mi familia, que
también han disfrutado muchísimo la visita.
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Y, como siempre, ¡cualquier comentario o sugerencia será bien recibido!
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