Escapada por Bélgica en 3 días II: Brujas en un día



En el post previo os he contado cómo planifiqué el viaje, los alojamientos y desplazamientos, así que en éste me voy a centrar en contaros lo que hicimos para aprovechar Brujas al máximo.

Recorrer Brujas nos hacía mucha ilusión a ambas. Se trata de una de las ciudades más bonitas de Europa, con un espectacular centro medieval con casas de colores, surcado por canales con puentes y sauces colgantes. Además, mis investigaciones previas habían dado su resultado y había descubierto un lugar que podría hacer aún más especial nuestra visita, si nos daba tiempo. Pero eso lo contaré más adelante.

Recorriendo el centro histórico medieval

Para que puedas seguir el recorrido con nosotras, he marcado los principales puntos de interés en un mapa:



La llegada fue a la estación, muy cerca del centro histórico. Nuestro hotel estaba a unos diez minutos caminando, que se nos hicieron muy amenos, ya que fue nuestro primer contacto con las preciosas casitas e incluso algún canal.

Tras dejar las maletas y recibir todos los consejos que nos dio el encargado del hotel, decidimos que era el momento de comenzar nuestra visita. En primer lugar, nos dirigimos hacia la calle principal, Zuidzandstraat. Si te soy sincera, me desilusionó un poco. A pesar de que era temprano, había mucha gente y era muy comercial, pero no de productos típicos sino de tiendas de ropa y grandes marcas. Los edificios, a pesar de eso, son muy bonitos, aunque me impresionaron menos de lo que esperaba de una ciudad de la que había oído hablar tanto como Brujas.

Markt

Sin embargo, esto fue sólo la primera impresión. Llegamos a la plaza principal, Markt, presidida por el gigantesco campanario conocido como Torre Belfort. Es el punto de partida de cualquier recorrido por la ciudad: de aquí parten paseos en coches de caballo, freetours… Podemos encontrar también restaurantes turísticos o puestos de patatas fritas. Y se encuentran las conocidas casitas de colores que aparecen en todas las postales de la ciudad (en las que no aparece el muelle del Rosario).

Nosotras no subimos al Belfort, que debe tener unas vistas increíbles, aunque cuestan 366 escalones y 8€. La próxima vez comprobaré si este esfuerzo físico y económico merece la pena.

Por una calle lateral en la que existe una tienda de navidad, que me recordó a las que había visto en la Selva Negra hace unos años, llegamos a la segunda plaza más importante de Brujas, Burg. La rodean varios edificios de interés, entre los que destaca el Stadhuis (ayuntamiento) y la Basílica de la Santa Sangre, donde se dice que existe una reliquia de la sangre de Jesucristo que trajeron en las Cruzadas. Decidimos visitar el interior de la basílica, de entrada gratuita, aunque si se quiere observar la reliquia hay que pagar por pasar a una capilla. La verdad es que es de un estilo muy diferente al que estamos acostumbradas, bastante oscuro y recargado.

Basílica de la Santa Sangre en Burg

Continuando nuestro recorrido hacia el sur, tras cruzar un puente que nos regala las primeras vistas de los canales en el centro histórico, llegamos a Vismarkt, un antiguo mercado de pescaderos del S. XIX que aun hoy continúa en funcionamiento, en el interior de un pórtico con columnas. Cuando nosotras lo visitamos no estaba abierto, pero tiene que ser interesante verlo así.

Muelle del Rosario

Nuestra siguiente parada fue una de las más deseadas, el punto más fotografiado de la ciudad (y no es para menos). El Muelle del Rosario. Se trata de una curva que hace el canal de Minnewater desde la que se observan las fachadas medievales de varias casitas con la torre Belfort asomando por detrás. Y un gigantesco sauce para terminar de darle romanticismo a la estampa.

Este es uno de los puntos de los que parten los tours en barco por los canales, que nosotras no hicimos, ya que teníamos algo diferente en mente. Seguro que merece mucho la pena y la próxima vez no me lo perderé, pero el día tiene horas limitadas (¡lamentablemente cuando uno está de viaje!).

Rincones de Brujas

Llegados a este punto, tras el madrugón en Bruselas y el primer paseo inicial, llegaba el momento del descanso. Así que entramos en una cafetería justo enfrente y decidimos probar el otro tipo de gofres (comenté un poco más sobre esto en el post de Bruselas), el de Lieja, pero en este caso no me resistí y le puse chocolate.

Tras reponer fuerzas, decidimos continuar nuestro paseo, callejeando entre parques, iglesias y puentes medievales. Esta zona de Brujas nos fue conquistando más. Aunque había bastante gente, tenía el espíritu que buscábamos en ella, con callejuelas estrechas, casitas puntiagudas y tiendecitas con encanto. Y, como toda Bélgica (al menos la parte que yo he visto), con olor a gofre.

Winjgaardplein

Así, nuestro camino nos llevó hasta un punto (que he señalado en el mapa para que podáis encontrarlo) que destaco por su especial encanto, llamado Winjgaardplein. La estampa es la siguiente: un puente, el que lleva hasta Beginhof, el hogar de las beguinas, un parque lleno de cisnes, y varios coches de caballos.

Decidimos continuar hacia el sur y cruzamos a la otra orilla, la que discurre enfrente del Minnewater Park, para poder disfrutar de la imagen del Lago del Amor. Se trata de un lugar del que apenas había oído hablar antes de ir (y en el que apenas encontramos a otros turistas), con un precioso lago en el que se reflejaba una mansión, ahora restaurante, que dejaba una imagen de postal. Recorrimos el lago hacia el sur y cruzamos, para volver ya por el propio parque.



Lago del Amor

Volvimos a la placita de los coches de caballos que os describí previamente, y nos sentamos en uno de los restaurantes que había a, por fin, tomarnos unos mejillones al vino, uno de los platos más conocidos de la gastronomía belga. Para nuestra sorpresa nos sirvieron una olla enorme, que no fuimos capaces de terminarnos, de mejillones con la citada salsa, que estaban espectaculares (y eso que a ninguna de las dos nos llamaban demasiado la atención antes de probarlos).

Descubriendo esa otra Brujas más secreta: molinos, barcos y vacas

Molino de Kruisvest

Nos había dado tiempo a pasear tranquilamente, sin prisas, por el casco histórico de Brujas, por lo que decidimos que la visita extra que había estado investigando era factible. Para ello, debíamos dirigirnos hacia el este, alejándonos de la zona más turística, hacia el Barrio de Santa Ana.

Nuestro camino nos llevó a través de calles desiertas de casitas típicas, parques e iglesias. Entramos en una de ellas y encontramos una exposición de arte moderno que nos descolocó un poco.

Así, llegamos hasta la Kruispoort o Puerta de la Santa Cruz, una de las puertas que se conservan de las antiguas murallas que rodeaban la ciudad en la época medieval, flanqueada por dos torres.

Molino de Kruisvest

A su izquierda comienza una explanada verde con pequeños montículos sobre los que se encuentran los protagonistas de esta primera parada en nuestra “excursión” de la tarde: los molinos de Kruisvest. Últimamente están ganando popularidad gracias a las redes sociales, pero aún siguen siendo un lugar tranquilo para el visitante. Cada uno es de un color diferente, y dos de ellos están habilitados para visitar su interior, por 3€. Nosotras en esta ocasión no lo hicimos, ya que queríamos llegar a tiempo a un lugar…

Nuestra visita a Damme

A estas alturas probablemente estés pensando que por qué tanto misterio. Qué es eso tan diferente que quería hacer. Pues bien, nuestro propósito era visitar un pequeño pueblecito situado a 6 km de Brujas llamado DammeSe trata de un lugar donde confluyen la cultura, la naturaleza y lo medieval, dejando una imagen muy pintoresca.

Para llegar existen varias opciones: coche, bici o barco. Es bastante frecuente realizar la visita en bicicleta, ya que el camino es recto y llano, y discurre entre la campiña danesa, junto a un canal, por lo que es una opción idílica.


Barco atracado en Damme

Nosotras optamos por el barco (de ahí que no tomáramos el tour por los canales), y teníamos que llegar a tiempo al último. Encontrar los horarios fue realmente difícil, ya que apenas hay información en internet y está muy desactualizada. La web de la empresa que gestiona el barco está únicamente en flamenco, para enredar un poquito más, aunque allí fue donde pude por fin enterarme un poco (gracias Google Translate).

Está disponible en los fines de semana de abril y mayo, y todos los días en verano y hasta el 30 de septiembre (excepto domingos y lunes). El precio es de 14,5€ ida y vuelta, aunque por alguna razón nos cobraron 11€. Los horarios actualizados son los siguientes:
  •          Salida desde Damme 11 am-1 pm-3 pm-5 pm.
  •          Salida desde Brujas 12h-14h-16h-18h.

Nosotras queríamos llegar al de las 16h para poder pasear por el pueblo y coger el de las 17h de vuelta. Realmente lo ideal es estar un poquito más y tomar algo por allí, ya que es un lugar con mucho encanto, aunque para verlo es suficiente tiempo.


En el barco, rumbo a Damme

Conseguimos coger el barco por los pelos y nos sentamos a disfrutar de las vistas. Fue algo complicado porque el capitán no habla español ni inglés, y el flamenco no es mi fuerte tampoco. Pero no hay nada que por señas y con buena voluntad no pueda conseguirse, así que conseguimos pagar y subirnos.

Además de nosotras sólo había dos turistas más, por lo que lo teníamos entero a nuestra disposición. El paseo es realmente agradable, rodeados en todo momento de la campiña, granjas y vacas pastando. A los lados del canal hay árboles plantados que se reflejan en el agua, dejando una imagen muy bonita.

Finalmente, tras unos 20 minutos de paseo, llegamos a Damme. Lo primero que se ve es un precioso molino blanco, el molino de Hoeke, junto al canal. Cuando descubrí que existía este pueblo fueron las imágenes del molino las que me arrastraron hasta allí. Y justo en ese momento empezó a llover, aunque conseguí sacar algunas fotos.


Postal de Damme y el molino de Hoeke

Nos bajamos junto al muelle y paseamos junto al canal en vez de dirigirnos a la calle principal. Me llamó la atención ver varias librerías (¿cuánta gente iría hasta allí para comprar libros?), y tras llegar al final de las casitas volvimos al pueblo por la paralela, apareciendo junto a una iglesia medio en ruinas (persiste esbelta la torre) en la que nos acompañaron el sonido del viento y la lluvia ligera. Se trata de la Iglesia de Nuestra Señora. Descubrimos más tarde el importante vínculo de este pueblo con la literatura, siendo sede de diversos eventos literarios.

Desde allí nos incorporamos a la calle principal, descubriendo un pueblo diferente al que habíamos estado viendo hasta ese momento. Restaurantes, cafeterías y tiendas bonitas. Nos dimos cuenta de que debe ser un lugar al que acuden los belgas el fin de semana, a pasar el día…


Callejeando por Damme

Así, llegamos a la plaza del ayuntamiento, encontrándonos con un edificio majestuoso gótico propio de ciudades como Brujas, rodeado de auténticas casas gremiales. Una maravilla. Realmente nos sorprendió encontrarlo allí.


Ayuntamiento de Damme

Se acercaba el momento de la partida de nuestro barco, pero ya estábamos de nuevo junto al canal. Realmente debe ser buena idea ir en bicicleta y aprovechar para explorar los alrededores, que parecían también muy prometedores. Quizá la siguiente vez…


Molino de Hoeke

De vuelta en Brujas: la ciudad tranquila

El barco nos devolvió puntual al muelle, pero a esas alturas estábamos agotadas. Mi madre se plantó y dijo que buscara una forma de volver, que no lo haría caminando, así que decidimos regresar en autobús. Gracias a Google Maps conseguimos tomar uno, disfrutando de las vistas de los canales y la arquitectura belga medieval desde la comodidad de nuestros asientos.

De este camino de regreso quería resaltar algo que vi desde la ventana y no sabía que existía, pero que he investigado posteriormente y lo he marcado en el mapa por si pudiera interesaros. Se trata de una escultura de una ballena de gran tamaño que emerge de un canal, en la plaza de Jan van Eyck, bastante bonita. Está entera realizada de plástico, y es una llamada de atención sobre las consecuencias del turismo desmedido.


Canales de Brujas 

Finalmente llegó nuestra parada y abandonamos el autobús. Aún nos quedaba un paseo de unos 10 minutos por esta zona del norte de Brujas que aún no conocíamos, y en la que nos sorprendió apenas encontrar gente a pesar de su belleza.

Recorrimos las estrechas calles y sus canales, y fue en esta zona en la que observamos algo en lo que no nos habíamos fijado hasta ese momento: en los canales, en la parte trasera de las casas, hay preciosas terrazas que tienen profusamente decorados con flores, bancos, estatuas… Disfrutamos de esa otra cara de Brujas que tanto nos estaba sorprendiendo y de los primeros colores del otoño de los árboles reflejados en el agua.


Terraza en Brujas

Sin darnos cuenta llegamos hasta nuestro hotel, donde decidimos descansar un par de horas antes de la cena.

Una de las razones por las que habíamos decidido hacer noche en Brujas era para ver los canales iluminados. Sin embargo, descubrimos que, aunque no nos habíamos equivocado al haber ganado tiempo y disfrutado de la tranquilidad, ese día por la razón que fuera no encendieron esas luces. Así que dimos un paseo por Markt y Burg, llegamos al muelle del Rosario y nos volvimos.

Finalmente, tras un día lleno de imágenes inolvidables, sabores exquisitos y experiencias diferentes, nos fuimos a dormir para descansar antes del que sería nuestro último día en Bélgica.


Canales de Brujas

Mis conclusiones sobre Brujas

A estas alturas te habrás dado cuenta de que, lo que empezó con algo de desilusión, ha terminado en una preciosa historia de amor. Porque sí, Brujas me ha conquistado. Y creo que es gracias a haber descubierto esa otra faceta menos turística pero también preciosa, y habernos acercado más a la esencia de la ciudad, a sus preciosas terrazas, a sus calles adoquinadas.

Además, conocer Damme, si bien es algo que recomiendo hacer con más calma, ha sido una experiencia muy bonita y diferente, dándonos otra perspectiva de lo que es Bélgica, más allá de monumentos y chocolate.


Torre Belfort iluminada

En cualquier caso, no pienses que Brujas tiene poco que ofrecer. Existen multitud de museos (de la cerveza, que nos recomendó el guía de Bruselas, del chocolate, de los diamantes, de las patatas fritas…), edificios históricos que se pueden visitar, como el ayuntamiento o la torre Belfort, actividades como el paseo en barco por los canales… Hay actividades para todos los gustos y todos los bolsillos.

Sin duda es una ciudad a la que me gustaría volver en el futuro. Quizá en otra época (¿posible escapada de Navidad algún año?). Pero eso sólo el tiempo lo dirá…

Puedes leer los otros posts disponibles de esta escapada aquí:

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