Escapada a Santillana del Mar en 3 días
Este verano, me surgió la
oportunidad de realizar una pequeña escapada de tres días con mi familia por
primera vez, lo que nos hacía mucha ilusión. La elección del destino no era
fácil, ya que tenía que ser especial y quería que lo disfrutaran tanto como yo.
Finalmente, me decidí por Cantabria: el norte sencillamente me enamora, y
disfruté muchísimo en las ocasiones previas en las que visité esta comunidad.
Aunque ya había estado en Santillana del
Mar, decidimos hacer base en ella, para que la conocieran, y descubrir algunos
lugares por los alrededores: la ermita de Santa Justa, las secuoyas de Cabezón
de la Sal, y la Costa Quebrada. Y fue todo un acierto. Si quieres saber más
sobre estos lugares… Sigue leyendo.
Santillana del Mar
Se dice que Santillana es la
villa de las tres mentiras, porque ni es santa, ni es llana, ni tiene mar. Sin
embargo, consta de una preciosa colegiata sobre la que hablaré más adelante,
desde luego no es de las ciudades con más cuestas que he conocido, y además
está apenas a 5 kilómetros de la costa, rodeada de praderas verdes con vacas
pastando. Idílico, ¿verdad?
Se trata sin duda de uno de
los pueblos más bonitos de España, y es que pasear por el empedrado de sus
calles, vestigio de su origen medieval, u observar las torres de sus
casas-palacio son sin duda uno de sus muchos atractivos.
Paseando por Santillana
Hoy en día, debido a la afluencia
del turismo, abundan las tiendas de artesanía y de productos locales, entre los
que destacaría el queso y los postres típicos: el sobao pasiego y
la quesada. Dos auténticas delicias que no dudamos en probar en un local
situado en la plaza del pueblo, en el que ofertan porciones de ambos postres,
de bizcocho, y vasos de leche para acompañarlos, y en llevarnos una muestra de
vuelta a casa (¡el mejor recuerdo es el que se come!).
Nos alojamos en una posada en
el centro histórico, lo que nos facilitó recorrer paseando el pueblo, y
estar cerca de los bares y restaurantes. Aparcar nos resultó fácil, ya que hay parking
público justo a las afueras, aunque de pago (las 24 horas son unos 4€).
Dado que el pueblo no es excesivamente grande, resulta manejable a pie desde
cualquier punto. En cualquier caso, algunos hoteles disponen de espacio propio.
Fachada en la Plaza Mayor
Llegamos después de comer, y dedicamos
el primer día a conocer Santillana. Paseamos por sus calles, llegando hasta la Plaza
Mayor, donde se encuentra el ayuntamiento. Enseguida llaman la
atención dos edificios de origen medieval: la torre de Don Borja y la torre
del Merino. Las fachadas con balcones de madera llenos de flores completan
la imagen.
Nos desviamos ahora hacia la
calle principal, entramos en muchas de las tiendas, hasta que nos encontramos
de frente con la impresionante Colegiata de Santa Juliana, que
procede del siglo XII. Es sin duda la imagen más característica de Santillana,
y no es para menos (la tienes encabezando este post). Mi hermana es una enamorada de la historia del arte, y en
mi visita anterior no la visité por dentro, por lo que decidimos solventar este
error. Pagamos la entrada, de 3€ por persona, y entramos en su interior.
Enseguida encontramos el precioso claustro gótico, donde me llamaron la
atención las figuras de los capiteles. La iglesia por dentro también merece la
pena. Contiene varios tesoros, como un retablo del gótico flamígero y el
plateresco, así como una reliquia de Lignum Crucis, la cruz de Jesucristo, en
el interior de una cruz del siglo XV. Existe otro fragmento en el Monasterio de
Santo Toribio de Liébana, como te conté aquí.
Claustro de la Colegiata
Continuamos nuestro paseo,
paseando ante una pradera en la que los caballos pastan tranquilamente, y
llegamos hasta otra de las plazas más importantes de Santillana, la Plaza de
las Arenas, en la que se encuentra el Palacio de los Velarde. No pudimos
acceder a su interior, pero su fachada es de las más bonitas del pueblo. Se encuentra
al lado de un taller de carpintería artesanal que también llama bastante la
atención.
Palacio de los Velarde
Desde allí, enseguida llegamos de
nuevo frente a la fachada principal de la Colegiata. Tras disfrutarla desde
todos los ángulos posibles, incluyendo los jardines el Museo Jesús Otero, que
acoge exposiciones de arte temporales, decidimos aprovechar lo que quedaba de
tarde para conocer alguna de las maravillas que Santillana tiene bien cerquita.
Ermita de Santa Justa
Ermita de Santa Justa
Como comenté antes, aunque
Santillana no tenga mar, no está demasiado lejos: a tan solo 7 Km se encuentra
la Playa de Santa Justa. Se trata de un pequeño escondite de arenas
doradas, rodeado de acantilados, que guarda una increíble sorpresa: en una de
sus paredes, semiexcavada, se encuentra una antigua ermita.
Para llegar hasta allí, lo más
práctico es hacerlo en coche, alcanzando el lugar en 10 minutos. Es
fácil aparcar, ya que hay un chiringuito justo en la entrada de la playa, en el
que puede ser buena idea hacer una parada al caer la tarde, tras visitar el
lugar. Cuidado con las indicaciones de Google Maps, ya que, al poner la ermita,
nos dejó al otro lado del acantilado. Recomiendo seleccionar el chiringuito en
el mapa para llegar de una forma más directa.
Playa de Santa Justa
La ermita en sí procede
del S. XVI, y consta de dos paredes de piedra, siendo el resto parte de
las rocas sobre las que se encuentra, así como un pequeño tejado. No se puede
acceder a su interior, pero sí alcanzar su puerta y asomarse, y es lo que
hicimos. Justo en la entrada hay una fuente.
La imagen la completa la torre
de San Telmo, situada en el acantilado sobre la ermita. Realmente, apenas
quedan dos de sus laterales, pero merece la pena la subida hasta allí. No se
tardan más de 5-10 minutos, y las vistas de toda la costa de alrededor, son
verdaderamente impresionantes. Y más, si ha comenzado a caer el sol, como era
nuestro caso.
Vistas desde la Torre de San Telmo
Este pequeño rinconcito me quedó
pendiente en la primera ocasión en que visité Santillana, y realmente me
sorprendió. Sin duda merece la pena acercarse a conocerlo.
Tras tomar fotos desde los
distintos miradores, desde la playa, y patear a fondo la zona, decidimos volver
al pueblo y disfrutar de una bien merecida cena. El día siguiente se avecinaba
completito.
Visitar el Monte de las Secuoyas de Cabezón de
la Sal
Secuoyas en Cabezón de la Sal
El plan inicial era visitar este
día la Costa Quebrada, y otro día acercarnos hasta Cabezón del a Sal. Pero en
la vida hay que saber adaptarse, y más cuando uno viaja al norte, que sin duda
es precioso, pero en el que el tiempo a veces nos puede jugar una mala pasada.
Y es que la previsión del día siguiente era de lluvia intensa.
Así, decidimos que nuestra
primera visita del día sería el Monumento Natural de las Secuoyas de Cabezón
de la Sal. Y, ¿qué tiene de especial este lugar? Las secuoyas son
árboles originarios de América del Norte, destacando las que se encuentra por
la zona de California. Tienen una capacidad de crecimiento asombrosa, lo que
hace que alcancen un increíble tamaño. De hecho, el árbol más voluminoso del
mundo es el General Sherman, un ejemplar de secuoya que se encuentra en el
Parque Nacional de las Secuoyas, y que tuvimos la ocasión de conocer en nuestra
ruta por la Costa Oeste.
Pasarela en el Bosque de las Secuoyas
Y, ¿qué hacen las secuoyas en
Cantabria entonces? Durante siglos, los bosques de todo el litoral cantábrico
habían ido viendo reducido su tamaño por las necesidades de madera,
inicialmente de la industria naval, y posteriormente la minera y el
ferrocarril. A principios del siglo XX, comenzaron los intentos de reforestación
de la zona. Aunque mayoritariamente se plantaron eucaliptos, a modo de
“experimento” se utilizaron también algunas especies exóticas, entre las que se
encuentra la secuoya. Su velocidad de crecimiento la hacía ideal para este
objetivo. Así, en la actualidad hay un pequeño bosque de unas 80 hectáreas que
contiene nada menos que 850 ejemplares que, si bien no han alcanzado aún las dimensiones
de sus hermanas americanas, ya resultan impresionantes.
Para llegar, lo más práctico es en
coche. En esta ocasión no tuvimos problemas con Google Maps. Existe un
estacionamiento no muy grande, aunque cuando llegamos aún había bastante
espacio.
Mapa con los senderos en la entrada del Parque
Las secuoyas constituyen sólo una
parte del Parque. Para llegar hasta ellas, hay dos opciones: caminar
junto a la carretera y alcanzar un acceso directo, que nos conducirá a través
de unas pasarelas de madera hasta el corazón del bosque, o bien tomar alguno de
los senderos marcados desde el aparcamiento, lo que sin duda hará que tardemos
más, pero la visita será más entretenida.
Nosotros íbamos sin prisas, a
disfrutar de la zona, así que tomamos el sendero rojo hasta llegar a una
bifurcación, en la que tomamos la Senda de la Tejera, marcada en azul en
el mapa, que es el más largo (1,2 Km). Va descendiendo de forma continua a
través del bosque, hasta que finalmente llega hasta las secuoyas en su parte
más baja. En todo este camino estuvimos completamente solos, disfrutando de la
naturaleza.
Senda de acceso (rojo)
El bosque de las secuoyas
es un lugar diferente y realmente bonito. Ver estos árboles alzarse,
majestuosos, es una visión muy especial. Para mi familia, que no había visto
nunca este tipo de árbol, resultó además impresionante.
Ascendimos por una escalera de
madera hasta llegar a la parte alta, por la que accede todo el mundo. Aquí sí
vimos algo de gente, pero tampoco estaba masificado. Hicimos infinitas fotos,
recorrimos las pasarelas de madera, disfrutando de las vistas, y emprendimos el
camino de vuelta.
Secuoyas de Cabezón de la Sal
Para ello, decidimos tomar otros
dos de los senderos disponibles: en primer lugar, la Senda del Castaño,
de color naranja (590 m), y en la bifurcación tomamos la Senda del Eucalipto,
marcada en rosa (500 m). Ésta nos dejó en la carretera, a pocos metros del
parking donde habíamos estacionado el coche. De nuevo pudimos disfrutar de la
tranquilidad del bosque, y de sus sonidos.
El recorrido total que hicimos
fue de unos 3 Km más lo que caminamos por la zona de las secuoyas, y sin mucho
desnivel, lo que lo hace accesible para casi todo el mundo. Sin duda,
recomiendo hacer la visita de esta manera.
Conociendo Cabezón de la Sal
Callejeando por Cabezón de la Sal
Finalizada nuestra visita, nos
dirigimos hacia Cabezón de la Sal, puerta de entrada para el Parque Natural
Saja-Besaya, que tendremos que conocer en otra ocasión. Su nombre nos
recuerda a qué se dedicaron sus habitantes durante siglos: la extracción de
sal.
El pueblo en sí no es muy grande.
No diría que es el pueblo más bonito de Cantabria, ya que tiene duros
competidores, pero sin duda un paseo por sus calles resulta muy agradable.
Encontramos la arquitectura
típica de la zona en las fachadas con balcones de madera, iglesias tan bonitas
como la de San Martín, en el centro, o lugares para relajarse como el Parque
del Conde San Diego (en el que, como curiosidad, comentaré que hay otra secuoya).
Después de comer, nos dirigimos a
nuestro próximo destino, el que nos había llevado de vuelta a Cantabria: la
Costa Quebrada
Recorrer la Costa Quebrada
Playa de Covachos
La Costa Quebrada es otra de las
grandes sorpresas que guarda Cantabria. Se trata del tramo que va desde
Santander hasta Cuchía, mostrando cómo la fuerza de la naturaleza ha ido dando
forma a los acantilados hasta convertirlos en lo que son hoy. Así, vamos
recorriendo una sucesión de calas de arena dorada o rojiza, arcos, pequeños islotes
rocosos (aquí se llaman urros)…
Nuestra idea era visitar un par
de playas y realizar parte del sendero que discurre por la costa, de manera que
disfrutaríamos de las mejores vistas.
Playa de Canallave
Aparcamos en una enorme área
destinada para ello junto a la playa de mayor tamaño, la de Valdearenas
o de Liencres. Decidimos tomarnos un café con vistas al mar, ya que existe un chiringuito.
Sin embargo, éste está situado entre la playa de Valdearenas y una algo más
pequeña y salvaje, la de Canallave, que fue la que visitamos realmente. En
este lugar las formaciones no son las más impresionantes, ya que en esta zona
predominan las zonas arenosas. De hecho, nos encontramos muy cerca del Parque
Natural de las Dunas de Liencres.
Playa de Covachos
De nuevo en el coche, nos
dirigimos hacia la playa de Covachos, una de las más espectaculares de
la Costa Quebrada. Tiene una particularidad, y es que, con marea alta, la
escalera excavada en la roca queda totalmente inaccesible, y prácticamente desaparece
la playa. Nosotros habíamos cuadrado nuestra ruta para que esto no nos
ocurriera.
Aparcamos el coche en una calle
residencial sin muchas dificultades, y llegamos a un mirador. La primera vista
ya impresiona: la Isla del Castro y la lengua de arena por la que se accede
atrajeron nuestra mirada desde el principio. No había demasiada gente.
Disfrutamos del sonido del mar, y enseguida tomamos el sendero que comenzaba a
nuestra izquierda.
Después de un ascenso inicial,
llegamos a un nuevo mirador, que nos permitía disfrutar de la pequeña playa
desde las alturas. Sin duda, una de las imprescindibles en la Costa Quebrada.
Playa de Arnía y sus urros
Continuamos nuestro camino, y aparecieron
ante nosotros los famosos urros de Liencres, unas gigantescas rocas que
se alzan como desafiando la furia del mar.
Siguiendo en la misma dirección,
vemos la playa de la Arnía. En mi opinión, la más bonita de las que
visitamos ese día. Está dividida en dos partes por un montículo desde el que se
consiguen unas vistas espectaculares. La parte más al este es una pequeña cala
de arena. Vimos un padre con su hijo en un kayak que dirigían hacia la playa de
Covachos. La verdad es que me pareció un planazo…
La imagen que tenemos al oeste
nos deja sin palabras. Y es que en la Arnía hay una impresionante plataforma de
abrasión, cuyo resultado son unos surcos en la roca perfectamente alineados,
dejando pequeñas piscinas naturales entre ellos. La vista al atardecer tiene
que ser increíble.
Plataforma de abrasión
Decidimos continuar el camino
hasta la playa de Portio. Para ello, tenemos que salir a la carretera un
pequeño tramo, ya que un desprendimiento ha destruido parte del sendero.
Enseguida vemos que, pasada una zona residencial, aparece de nuevo un camino hacia
nuestra derecha, dirección a los acantilados. Desde ese punto, un poco más
hacia delante, disfrutamos de otra impresionante vista de la playa de la Arnía.
Plataforma de abrasión de la Arnía
Vistas desde los acantilados
Esta parte del acantilado es mucho
más salvaje y elevada. Vemos rocas que dejan pequeñas ventanas a través de las
que vemos el azul del mar, simas que se hunden en la tierra, gaviotas
sobrevolando. Y así, sin apenas encontrarnos con gente, llegamos a la playa
de Portio. Se encuentra en una zona residencial, recogida en el interior
del acantilado, y frente a ella vemos la playa de Cerrias. La idea
inicial era llegar caminando hasta ella, pero finalmente nos detuvimos en este
punto.
Playa de Portio desde el sendero
Vistas desde el acantilado
Después de tomar algo en un
chiringuito en la Arnía, volvimos al coche y nos dirigimos a la última playa
que íbamos a visitar: la playa de Somocuevas, otra de las más famosas de
la zona. Pudimos aparcar sin problemas y recorrimos el pequeño sendero que
lleva hasta la escalera de acceso. La verdad es que es realmente bonita, pero
nos había gustado tanto lo que habíamos visto hasta este momento, que ya no nos
impresionó. Como dato, por si estás preparando una visita, en ella se practica
el nudismo, aunque por lo que vimos no es algo generalizado.
La última visita del día fue la Isla
de la Virgen del Mar, donde pensábamos ver el atardecer. Sin embargo, finalmente
no fue posible, aunque sí llegamos hasta la ermita y paseamos por los
alrededores. Nos pareció bonita, pero menos impresionante que el lugar del que
veníamos. Como alternativa, creo que habría aprovechado para cenar en el
chiringuito de la Arnía, y disfrutado del atardecer desde allí.
Ermita de la Virgen del Mar
Finalmente, ya que nos tuvimos
que ir, cenamos (muy bien) en un restaurante en Santillana del Mar, y nos
acostamos prontito, que quedaba un día de viaje.
Visitar el Museo de las Cuevas de Altamira
El día amaneció lluvioso, como decían las previsiones.
Pero eso no nos iba a parar. Era una ocasión perfecta para visitar el Museo de
las Cuevas de Altamira, que mi familia no conocía (yo lo visité hace unos años).
Las Cuevas de Altamira fueron
descubiertas en 1868, y contienen una de las más completas y mejores muestras
de arte rupestre que existen, ya que han estado habitadas desde hace más de
30000 años (no se me ha ido ningún 0). Se las ha llegado a llamar “la Capilla
Sixtina del arte rupestre”.
Aunque inicialmente se permitía
la visita a su interior, la elevada afluencia de visitantes ponía en peligro la
conservación, por lo que estuvo cerrada durante un tiempo. Actualmente, se ha
construido una réplica (la Neocueva), en la que se observan las pinturas
tal cual son en la cueva real.
Nota: En el momento de
escribir este post (julio de 2020), y por motivo del COVID, el acceso es
gratuito. No se pueden hacer reservas online, lo que obliga a formar cola (con
distancia de seguridad) durante bastante tiempo frente a la taquilla. Y es
obligatorio el uso de mascarilla.
Conseguimos por fin nuestras
entradas, en las que nos asignan una hora para la visita de la Neocueva, y nos
dirigimos hacia el edificio principal del museo. Tenemos un buen rato, y ha
dejado de llover, por lo que paseamos por el exterior hasta que llegamos a la
entrada de la cueva real, que se encuentra tapada y podemos ver desde lejos.
A continuación, nos dirigimos hacia
el museo. La verdad es que es muy interesante, ya que cuenta de forma
bastante amena la manera que tenían de vivir algunas de las sociedades que
ocuparon las cuevas.
Neocueva (imagen tomada con el móvil)
Por fin, llega nuestro turno para
acceder a la Neocueva. Quizás pueda parecer que no es interesante
visitar una réplica, pero todo lo contrario. Es fácil olvidar que lo que uno está
viendo no es el original, ya que las pinturas de bisontes, ciervos y otros animales son realmente impresionantes. Yo
no soy ninguna experta, pero sin duda disfruté con la visita.
Y así, llegó a su fin nuestra
escapada por tierras cántabras, que, una vez más, no defraudan. ¡Ha sido súper completa, nos ha enseñado lugares espectaculares, y hemos comido mejor que bien! He vuelto con
una lista aún mayor de lugares que conocer que cuando me fui. Y que nadie dude
ni un segundo, que volveré…
Cualquier comentario, corrección,
o sugerencia que tengas, ¡no dudes en escribirlo!
Tienes aquí el post con mi escapada por el Valle de Liébana.
Colegiata de Santa Juliana
Comentarios
Publicar un comentario
Deja aquí tus comentarios