Nuestra ruta en coche por Nueva Zelanda en 13 días: Isla Sur
En un post previo te he contado
qué cosas debes tener en cuenta a la hora de organizar un viaje por Nueva Zelanda
(y por las Islas Cook), y en este otro te detallé la ruta que seguimos por la
Isla Norte de Nueva Zelanda.
En esta ocasión, va a ser la Isla
Sur la protagonista, y te aseguro que te va a sorprender y vas a desear
conocerla cuando acabes de leer… ¿Quién puede resistirse a estos paisajes?
Día 6: Ferry de Wellington a Picton y llegada a
Kaikoura
Ferry en Marlborough Sounds
Tras un sms que nos alertaba de
que nuestro ferry se adelantaba 15 minutos, y un estupendo desayuno con
vistas al mar en nuestro bed&breakfast, cogimos de nuevo nuestro coche y
nos dirigimos a la terminal de ferrys, a las afueras de la ciudad.
El proceso fue bastante ordenado
y algo más rápido de lo que esperábamos, hasta que, por fin, embarcamos.
Conseguimos un sitio en una de las plantas restaurante, tras pedirnos un café,
de manera que pudimos disfrutar de las vistas durante el trayecto. Sin embargo,
cuando nos acercamos a la Isla Sur y el ferry se introdujo en los Marlborough
Sounds, los fiordos que nos dan la bienvenida al llegar, no me contuve y me
dirigí a la cubierta superior, donde las impresionantes vistas compensaban el
viento helado. Allí pude ver cómo la pequeña ciudad de Picton se iba haciendo
más y más grande, e incluso como unos delfines nadaron durante unos segundos
junto a nuestro barco.
Saliendo de Wellington
Marlborough Sounds
Picton
Una vez en Picton, la puerta de
entrada a la Isla Sur, tomamos la carretera que nos conduciría hasta Kaikoura.
Sin embargo, hicimos varias paradas a lo largo del camino. En primer lugar, la
pequeña localidad de Blenheim, donde decidimos almorzar unos increíbles pies
(empanadas locales) en un local que vimos recomendado en la Lonely Planet,
Burleigh, y que desde luego merecían la pena.
Seguimos conduciendo entre
viñedos (se trata de una importante región vinícola) hasta que llegamos a la
costa, donde nos sorprendieron las playas de arena negra, el agua turquesa y la
piedra blanca. Vimos un mirador y decidimos parar, y allí nos llevamos una
sorpresa: se trataba de una colonia de leones marinos, la Ohau Seal Colony,
por lo que disfrutamos durante un rato de los simpáticos animales, haciendo su
vida ajenos a nosotros. Qué maravilla observar a los animales en su hábitat.
Ohau Seal Colony
Porque era esto lo que íbamos buscando
en Kaikoura precisamente… Vida salvaje. Llegamos a nuestro alojamiento,
una pequeña granja en las afuerzas, junto al mar, en la que además del dueño
habitaban algunas gallinas y un rebaño de ovejas, y decidimos salir a dar un
paseo por la península.
Nuestra granja en Kaikoura
Enseguida llegamos a The Point, localización de una de
las colonias de leones marinos de la zona, aunque la amplia extensión y la cantidad
de visitantes hacen que no se vean muchos. Decidimos seguir bordeando la península,
disfrutando de la tranquilidad y los paisajes, hasta que llegamos a otra playa.
Y allí sí. Multitud de aves de todo tipo (gaviotas, cormoranes…) y leones marinos,
retozando en las rocas o bañándose en el mar. Realmente fue un momento de paz para
nosotros.
Península de Kaikoura
Día 7: Avistamiento de ballenas en Kaikoura, Nelson Lakes Park, Motueka
Buenos días, Kaikoura
El siguiente día prometía ser muy
emocionante: teníamos billetes para una excursión de avistamiento de
cetáceos. Kaikoura está situada junto a una sima en la que abunda la vida
marina, por lo que las probabilidades de observar ballenas, en concreto cachalotes,
son realmente altas (según la empresa hay un 95% de probabilidades), de manera
que, en caso de que no sea así, te devuelven el 80% del precio del billete.
Kaikoura
Hacía una mañana espléndida. La
suerte tenía que estar de nuestro lado. Sin embargo, tras 3 horas en la embarcación
tambaleándose, lo único que conseguimos ver fueron albatros. La vida salvaje es
así: los animales son quienes deciden si los vas a ver o no, y dependes de la
suerte. ¡Estoy segura de que la próxima vez irá mejor!
No había tiempo para lamentaciones:
nos tomamos una hamburguesa en el pueblo y nos dirigimos a nuestra siguiente
parada, que decidimos añadir sobre la marcha, aunque suponía algo de desvío: Nelson
Lakes Park. Yo tenía ganas de montañas, y nos pareció una idea perfecta
incluir el Lago Rotoiti en nuestro recorrido. La verdad es que la carretera
mereció la pena, y al llegar disfrutamos del tranquilo lago y un corto paseo
por el bosque junto a él, intentando ver algún kiwi (es realmente difícil ver a
estas aves en libertad, ya que son nocturnas).
Lago Rotoiti
Después del descanso, nos dirigimos
ya hacia la costa. Una última parada en Motueka, para ver los restos del
Janie Seddon, un barco que descansa en la costa, tras haber presenciado nada
menos que dos guerras mundiales y haber participado de otras actividades como
la pesca o el transporte de mercancías…
Janie Seddon
Finalmente, llegamos a Marahau,
desde donde al día siguiente conoceríamos el Parque Nacional más pequeño de Nueva
Zelanda.
Día 8: Parque Nacional Abel Tasman
Vistas a Torrent Bay
Tras haber valorado muchas de las
opciones que existen para visitar el Abel Tasman National Park, nos decidimos
por contratar el transporte en Aquataxi con un paseo panorámico a lo largo de la
costa, pasando junto a la Isla de Tonga y su colonia de leones marinos, y
dejándonos en Torrent Bay, desde donde caminaríamos 12 Km hasta Bark Bay, punto
de recogida.
León marino en Tonga Island
El camino iba ganando altura a través de un bosque lleno de helechos
gigantes, con vistas a las preciosas calas de aguas turquesas y arena blanca.
Pasamos también por un puente colgante que daba bastante impresión, aunque me
encantó la experiencia. Aunque la hora de recogida estaba estipulada, daba
tiempo de sobra para relajarse en la playa a la llegada y tomarnos un sándwich (intentando
protegerlo de las cada vez más atrevidas gaviotas). Llegó de nuevo nuestra
embarcación, y la última sorpresa del día: el patrón vio un grupo de delfines y
decidió acercarse a ellos para que los viéramos (respetando siempre la distancia),
y durante un rato pudimos ver cómo saltaban a nuestro alrededor. Mágico.
Vistas durante el trekking
Teníamos varias horas de coche
hasta llegar a Hokitika, donde dormimos en una cabaña en un camping en
la playa. Cenamos en el único lugar que quedaba abierto en el pueblo, un
restaurante indio, y, antes de acostarnos, visitamos un lugar que quedaba justo
junto a la entrada de nuestro parking: Glowworm Dell. Se trata de un bosque con
una oscuridad tan profunda que es posible observar un fenómeno maravilloso: el
brillo azul de los glowworm, unos gusanos que habitan las islas. El
lugar más famoso donde verlos son las cuevas de Waitomo, en la Isla Norte, aunque
hay otras muy famosas en Te Anau, en la isla sur, ambas de pago, y que no
cuadraban en nuestra ruta por falta de tiempo. Aunque este lugar es mucho más
modesto, nos quitamos la espinilla de no haber visto brillar a estos animalitos
como en un cielo estrellado.
Nota: por motivos de
tiempo, no pudimos realizar muchas de las paradas clásicas de la Costa Oeste,
como las Punakiki Rocks o Holitika Gorge. Quizás fuimos muy ambiciosos al
incluir Kaikoura en la ruta, con el desvío que supone, pero, a pesar de no
haber podido ver las ballenas, realmente disfrutamos mucho nuestra estancia en
el pueblo costero.
Día 9: Glaciares, Paso de Haast y Wanaka
Vuelo escénico en helicóptero por los glaciares
Llegó uno de los días fuertes del
viaje: nuestra primera parada era en el pueblo de Franz Josef Glacier, punto de
partida para la mayor parte de las actividades relacionadas con el
impresionante glaciar.
Nosotros teníamos reservado un vuelo
escénico en helicóptero por Franz Josef, Fox Glacier y el Mt Cook. Sin
embargo, son bastante frecuentes las cancelaciones debidas a la meteorología,
dado que es una zona de fuertes vientos y lluvias. Pero nuestra mala suerte
terminó con las ballenas de Kaikoura, y esa mañana fue la única en la que los
helicópteros despegaron en 10 días. Tras pesarnos a nosotros y al resto de
ocupantes nos distribuyeron, ¡y fuimos los afortunados a los que les tocaron
los asientos en primera fila!
Franz Josef Glacier
Aoraki / Mt Cook
Todo lo que pueda decir de esta
experiencia se queda corto. Ver las montañas desde arriba, y a la vez tan
cerca, los ríos y los valles, los picos nevados, y, sobre todo, los glaciares
abrirse paso a través de ellas, es algo que no voy a poder olvidar jamás. A
pesar de que es una experiencia muy cara, y que hicimos únicamente por ser
nuestra luna de miel, sin duda mereció la pena.
Fox Glacier
Observar las gigantes masas de
hielo que son los glaciares impresiona, pero también deja un sabor algo agridulce:
están en continuo retroceso debido al calentamiento global. Y verlo de primera
mano, y las huellas de lo que han sido, puede ser incluso doloroso.
Esto fue lo que nos ocurrió
cuando decidimos hacer el trekking al viewpoint del Franz Josef Glacier,
un paseo por el valle, rodeado de montañas verdes repletas de cascadas, con el
único sonido de los helicópteros que, como nosotros apenas un rato antes, se
acercaban a disfrutar de las vistas. Sin embargo, en varios puntos señalan
hasta dónde llegaba el glaciar: en 1909… y en 2009. Sólo hace 10 años. Y ver
todo lo que ha ocurrido en tan poco tiempo es escalofriante.
Vistas del trekking
Franz Josef Glacier Viewpoint
Queríamos haber caminado también hasta
el viewpoint del Fox Glacier (nos conformamos con verlo desde las alturas), pero
no nos daba tiempo, ni de conocer Matheson Lake (aunque con el viento que hacía
no hubiéramos podido disfrutar su famoso reflejo). Como comenté en el post
previo, siempre tenemos plan B, C y D porque no sabemos cuánto tiempo le
dedicaremos a cada lugar, o si va a ser posible ver las cosas que queremos,
pero para nosotros es prioritario no ir corriendo de un punto al siguiente
(bastante apretado era el recorrido ya).
Thunder Creek Falls
A continuación, otro de los
recorridos en carretera más bonitos de la isla: el Paso de Haast, un paso
de montaña para cruzar desde la costa oeste hasta el centro de la isla. Cada
kilómetro hubiera merecido una parada, por lo que hay que hacer un ejercicio de
voluntad para poder avanzar. Decidimos, no obstante, que algunos puntos sí merecían
nuestro tiempo: visitamos varias cascadas (Thunder Creek y Fantail Falls),
y las conocidas como Blue Pools, un conjunto de charcas cruzadas por
puentes colgantes cuyo llamativo color del agua se debe a que ésta procede del
deshielo y los glaciares. Para llegar a ellas realizamos un paseo de media hora
por el bosque por pasarelas de madera, como es habitual en Nueva Zelanda. En todas
las paradas del Haast Pass hay aparcamiento disponible para turismos y
caravanas.
Fantail Falls
Blue Pools
Finalmente, llegamos al Lago
Wanaka, rodeado de inmensas montañas de picos nevados que, como hacía bastante
viento, no se reflejaban, aunque eso no las hacía menos majestuosas. Paramos en
varios miradores (imposible resistirse), y cruzamos al Lago Hawea antes de
volver a Wanaka. Allí, dormiríamos en un bed&breakfast. Cenamos en un bar
en el que había muy buen ambiente, con música y mucha gente joven, que incluso
se atrevían a salir a la terraza a pesar del frío.
Pero, antes, hicimos nuestra
última visita del día… Y es que en Wanaka está uno de los lugares más
fotografiados de Nueva Zelanda: #ThatWanakaTree, un sauce que emerge de
sus aguas, dejando una imagen difícil de olvidar. Estuvimos un rato contemplándolo
(nosotros y hordas de fotógrafos y turistas), antes de decirle adiós para siempre.
Lamentablemente, parece ser que debido a un acto de vandalismo, el sauce de Wanaka
nunca volverá a ser como antes, ya que le han arrancado su rama inferior…
That Wanaka Tree
Día 10: Arrowtown, Glenorchy y Queenstown
Para este día tenía planificados
dos planes alternativos: realizar el trekking del Rob Roy Glacier e ir por la
tarde a Queenstown, o bien ir al pueblo de Glenorchy y después a la ciudad. El
día, que amaneció nublado y lluvioso, y la alerta de avalanchas en el trekking
no nos dejaron dudar: había que optar por el plan B.
Arrowtown
Sin embargo, decidimos incluir
una visita más: la población de Arrowtown, un vestigio de lo que fue la
fiebre del oro en Nueva Zelanda, que marcó de forma importante la historia de
la zona. Los edificios de madera se conservan bastante bien, e incluso se puede
visitar la cárcel solicitando la llave en el centro de visitantes (dato que leí
en la Lonely Planet y que al parecer le descubrimos nosotros a la persona que
nos atendió, aunque nos la dejó). Otra visita interesante en el pueblo es el
Poblado chino, ya que muchos inmigrantes procedentes de este país se asentaron
en la zona atraídos por el oro, y tuvieron que soportar verdaderas penurias además
de discriminación… El pueblo en sí nos pareció un lugar curioso, pero muy turístico,
y algo prescindible si se dispone de poco tiempo.
Arrowtown
Asentamiento chino en Arrowtown
A continuación, recorrimos otra
de las carreteras escénicas de Nueva Zelanda: la que discurre desde Queenstown
por la orilla del lago Wakatipu hasta Glenorchy, con la imagen de las gigantescas
montañas de laderas casi verticales acabar de forma abrupta en el lago.
Carretera escénica junto al Lago Wakatipu
Glenorchy es un pueblecito
formado por varias decenas de casas que gozan de unas de las mejores vistas del
país. Esta zona es además la puerta de entrada a una de las regiones paisajísticamente
más espectaculares de Nueva Zelanda, Paradise, que no pudimos visitar ya que requiere
ir por una carretera sin asfaltar e incluso vadear ríos, y es el comienzo de
una de las rutas de varios días del país, el Routeburn Track. Comimos un
surtido de dumplings en pequeño local de Queenie’s Dumplings, cuya carta está
¡en chino! y, tras dar un paseo por los alrededores, volvimos a Queenstown.
Glenorchy
La ciudad de Queenstown es
el epicentro de los deportes de aventura en la Isla Sur, de hecho, varios se
han inventado en ella. Da igual lo que quieras hacer: desde esquí a jet boat,
pasando por el puenting, seguro que es una opción. Está situada junto a la
orilla del lago y en ella descubrimos una ciudad con muy buen ambiente,
parques, muchos bares y restaurantes… Con un entorno paisajístico envidiable.
Realmente nos gustó mucho. Eso sí, decidimos no hacer la cola de varias horas
para disfrutar las famosas hamburguesas de Fergburger, por lo que no podemos
dar una opinión sobre ellas.
Queenstown
Día 11. Milford Sound
Otro día que prometía: conoceríamos
los increíbles fiordos de Nueva Zelanda. Para ello, había que conducir más de 4
horas (no entiendo cómo la gente hace esta excursión desde Queenstown con ida y
vuelta en el mismo día, en autobús, aunque sí entiendo que compense). Hay que
tener en cuenta que, al llegar a Te Anau, es obligatorio repostar, dado que no
hay gasolineras en la Milford Road.
Y es en la propia carretera de Milford
Road donde empieza la aventura. Los paisajes son cada vez mejores, ya que
se trata de una zona de montaña, que pillamos todavía bastante nevada (tuvimos
suerte de que la carretera no estuviera cerrada por avalancha), con vistas a
valles y cascadas durante todo el recorrido. Existen multitud de mapas con
paradas marcadas, pero lamentablemente, es imposible hacerlas todas en un día,
ya que algunas implican incluso trekkings de varias horas (que me moría de ganas
por haber hecho).
En nuestro caso, tras una parada
rápida en el lago de Te Anau, llegamos a los Mirror Lakes, donde
en día claros se puede disfrutar del reflejo de las montañas, tras un paseo de
apenas 10-15 minutos.
Lake Gunn Nature Walk
A continuación, una de las que más
disfrutamos: el Lake Gunn Nature Walk, un paseo de unos 45 minutos a
través de un bosque repleto de musgo, del que parecía que iban a salir duendes
en cualquier momento, hasta llegar al bonito Lago Gunn.
Pop's view of Hollyford Valley
Vistas desde la carretera
Paramos en un mirador junto a la
carretera que permite unas vistas increíbles del valle de Hollyford
desde arriba, y, tras pasar una carretera en la que no se permite detener
vehículos por el riesgo de avalanchas (¡menuda impresión!), con unas vistas
increíbles durante todo el camino, llegamos a Monkey Creek.
Monkey Creek
Poco después, se llega hasta el túnel
Homer, en el que un semáforo va poniendo orden para que pasen los
vehículos, dado que sólo es de una dirección. Tras cruzarlo, las vistas a un
valle sobre el que vuelan los keas (loros de montaña), te dejan sin respiración.
Es en este valle en el que
realizamos una de las últimas paradas, en The Chasm, un bonito bosque en
el que hay una pequeña cascada. En el parking de este lugar fue en el lugar
donde tuvimos la oportunidad de ver un kea más cerca, aunque no de fotografiarlo
convenientemente.
Cleddau Valley
Llegamos por fin a Milford
Sound, tras un paseo de media hora (decidimos aparcar en el parking gratuito
que está situado junto al aérodromo, ya que el que se encuentra junto a los
muelles es bastante caro).
Una vez allí, se encuentra la
terminal de ferrys para realizar la excursión por el fiordo. Existen varias
compañías, con recorridos parecidos. También es posible realizar actividades
como paseos en kayak. Nosotros escogimos una embarcación no muy grande, con un
recorrido algo más largo, que disfrutamos muchísimo.
Milford Sound
El paisaje sobrecoge. A las
paredes verticales del fiordo se le suman cascadas repletas de agua (había
llovido bastante el día anterior) y los picos nevados de las montañas. Había un
viento bastante fuerte, pero eso no empañó nuestra visita. ¡El barco incluso se
mete debajo de una de las cascadas!
Pero ya sabes que una de las cosas que más hacen que disfrute algo, además de los paisajes, es observar animales. Y tuvimos la suerte de, además de ver los leones marinos que viven permanentemente en Seal Rock, ver una simpática pareja de pingüinos de ojos amarillos, en la zona donde el fiordo desemboca en el mar. Es bastante poco frecuente verlos, y realmente nos encantó. Esta excursión es un imprescindible en cualquier viaje a Nueva Zelanda desde mi punto de vista.
Milford Sound
Pero ya sabes que una de las cosas que más hacen que disfrute algo, además de los paisajes, es observar animales. Y tuvimos la suerte de, además de ver los leones marinos que viven permanentemente en Seal Rock, ver una simpática pareja de pingüinos de ojos amarillos, en la zona donde el fiordo desemboca en el mar. Es bastante poco frecuente verlos, y realmente nos encantó. Esta excursión es un imprescindible en cualquier viaje a Nueva Zelanda desde mi punto de vista.
Leones marinos en Seal Rock
Pingüinos en Milford Sound
Tuvimos que recorrer la Milford
Road en sentido inverso antes de que anocheciera, llegando por fin a Te Anau,
donde haríamos noche.
Día 12. Parque Nacional Aoraki / Monte Cook
Después de un día increíble, tocaba
coger el coche de nuevo y recorrer la distancia que nos separaba del Monte Cook.
Nos alojaríamos en el propio pueblo, lo que nos ahorraría desplazamientos
innecesarios. Este alojamiento fue uno de los caprichos del viaje, pero sin
duda, mereció la pena.
Las previsiones meteorológicas
eran bastante malas, con fuertes lluvias esa tarde, por lo que queríamos llegar
antes de que esto sucediera para poder hacer algo de senderismo. Además, el día
siguiente, nuestro último día de viaje, tenía una previsión aún peor, por lo
que teníamos que aprovechar lo que pudiéramos.
Hooker Valley Track (foto tomada con el móvil debido a la lluvia)
Al llegar al pueblo, aún no había
empezado a llover. Nos informamos en el Centro de Visitantes, y nos dijeron que
la lluvia que se esperaba no impedía que se pudiera realizar algún trekking
sencillo, por lo que nos decidimos a no dejar pasar la oportunidad de realizar
el Hooker Valley Track, uno de mis principales objetivos del viaje. Nada
más empezar, comenzó a llover, y fue ganando en intensidad a medida que avanzábamos.
Tanto, que estuvimos a punto de dar la vuelta (no porque fuera peligroso, sino
por lo incómodo). Sin embargo, nos decidimos a seguir, y menos mal.
Hooker Valley Track (foto tomada con el móvil debido a la lluvia)
El paisaje es impresionante. La
ruta pasa junto al Lago Mueller y su glaciar, recorriendo el Valle del Río
Hooker, cruzando hasta tres puentes colgantes, hasta que, al fin, se llega al espectacular
Lago Hooker, con una vista frontal del Glaciar Hooker, del que se desprenden
pequeños icebergs con el deshielo, y tras el que se sitúa el imponente Monte
Cook.
Cuando llegamos, la lluvia arreció todavía más y las densas nubes cubrían las montañas. No podíamos sacar ni el móvil para hacer una foto. Pero, cuando ya nos dábamos la vuelta, la lluvia amainó e incluso salió un rayo de sol que nos permitió disfrutar de las vistas (exceptuando el pico del Monte Cook). Aunque al inicio de la ruta coincidimos con bastante gente, el clima había hecho desistir a la mayoría, por lo que, en este punto, estábamos prácticamente solos. No puedo explicar la sensación de libertad y de felicidad en ese momento… No nos habíamos rendido y habíamos podido disfrutar de uno de los lugares más impresionantes en los que hemos estado en nuestra vida.
Hooker Valley Track (foto tomada con el móvil debido a la lluvia)
Cuando llegamos, la lluvia arreció todavía más y las densas nubes cubrían las montañas. No podíamos sacar ni el móvil para hacer una foto. Pero, cuando ya nos dábamos la vuelta, la lluvia amainó e incluso salió un rayo de sol que nos permitió disfrutar de las vistas (exceptuando el pico del Monte Cook). Aunque al inicio de la ruta coincidimos con bastante gente, el clima había hecho desistir a la mayoría, por lo que, en este punto, estábamos prácticamente solos. No puedo explicar la sensación de libertad y de felicidad en ese momento… No nos habíamos rendido y habíamos podido disfrutar de uno de los lugares más impresionantes en los que hemos estado en nuestra vida.
Hooker Lake and Glacier
Hicimos el camino inverso (es una
ruta lineal, con un total de unos 10 Km prácticamente llanos), de nuevo a
remojo, y volvimos de nuevo al coche, y de ahí al pueblo. Disfrutamos de una
pizza en el único restaurante que hay, con vistas a las montañas, y descansamos
antes del último día…
Día 13: Parque Nacional Monte Cook, Lago Pukaki y Lago Tekapo
Como comenté en el día anterior,
la previsión era de tormenta eléctrica y fuertes vientos. Y así fue, pero, por
suerte, de madrugada. Cuando nos levantamos por la mañana, la lluvia había
cesado y había incluso sol. No nos creíamos nuestra buena suerte.
Vistas desde nuestro alojamiento
Decidimos aprovechar la mañana y
realizar otras dos rutas cortas por la zona. En primer lugar, Kea Point
Track, un camino de aproximadamente 1 hora i/v sin demasiado desnivel, que
comienza en el mismo lugar que el Hooker Valley Track, y que nos lleva hasta un
mirador del Lago Mueller y su glaciar y, ahora sí, la puntiaguda silueta del
Monte Cook, que nos dejó sin palabras. ¡Al final no nos iríamos sin verlo!
Kea Point
Desde allí, con el coche llegamos
al punto de partida del Tasman Lake Track. Se trata en realidad de dos
rutas cortas de en torno a 20 y 30 minutos, que nos llevan a disfrutar de las vistas
de uno de los lugares más bonitos de Nueva Zelanda: el Lago Tasman. La vista es
sobrecogedora: las montañas nevadas al fondo, con el Monte Cook a la izquierda,
el agua azul pálido cuyo color resaltaba el sol, el glaciar teñido de negro, y
los enormes icebergs que se desprenden hasta llegar al río Tasman. Sin duda, es
la ruta corta que mejores vistas me ha dado nunca. Creo que fue la mejor manera
posible de despedirnos del país… (La foto que encabeza el post está hecha en este lugar).
Lago Tasman
Finalizada la ruta, no nos quedó más
remedio que coger de nuevo el coche y abandonar la zona. No sin antes parar en
dos de los lagos más espectaculares que hemos visto: el Lago Pukaki y el Lago
Tekapo.
El color del Lago Pukaki,
al verlo en fotos, parece irreal. Cuesta creer que un azul turquesa tan
brillante no sea fruto de la edición, y, al estar allí, cuesta creer que sea
real lo que se ve. No he visto algo igual nunca. Aunque no existen miradores
como tal, se puede detener el coche en varios puntos y disfrutar de las vistas
con el Monte Cook nevado al fondo.
Lago Pukaki
Inicialmente habíamos previsto
dormir junto al Lago Tekapo, y disfrutar de su famosa noche estrellada
(es una reserva de cielo oscuro), e incluso visitar el Observatorio del Mt St
John, aunque finalmente desestimamos la idea, ya que teníamos el vuelo a la
mañana siguiente y supondría conducir desde muy temprano, además de que las
previsiones eran de que el cielo estuviera cubierto, por lo que cambiamos de
alojamiento a un bed&breakfast en Christchurch.
Sin embargo, sí que paramos en el
lago. No esperábamos que sus aguas tuvieran un color tan bonito como el de
Pukaki, pero, aunque era más oscuro, también impresionaba. Además, acababa de
comenzar la temporada de floración de los lupinos, que teñían el paisaje con
varios tonos de rosa y morado, aunque aún no estaban en su punto álgido. Nos
dirigimos a la Iglesia del Buen Pastor, desde la que disfrutamos de las vistas
y de las flores, ya sí, diciéndole un adiós definitivo a Nueva Zelanda y a
nuestra luna de miel.
Lago Tekapo
Lo que queda ya es el camino
hasta Christchurch entre colinas verdes plagadas de ovejas, que nos recordaron nuestros
primeros días, una cena en un restaurante tailandés, y levantarnos temprano
para devolver el coche… Y atesorar para siempre todos los recuerdos de este
increíble viaje que habíamos vivido.
Espero que hayas disfrutado
reviviendo este viaje conmigo tanto como yo al contártelo, y que te hayan
entrado ganas de conocer este país tan impresionante. Cualquier cosa que
quieras comentarme, ¡no dudes en escribirme!
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